“El ambiente político en el Congreso es desagradable, inhóspito, casi irrespirable”

6 de abril de 2024
3 minutos de lectura
Ambiente político irrespirable en el Congreso
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. Imagen de archivo. / Rober Solsona - Europa Press -

Diputados lamentan el circo de fieras salvajes en el que se ha convertido la Cámara, en la que se practica la guerra de guerrillas… Y vienen las elecciones catalanas, vascas y europeas

Somos parte de un país -puede que a nuestro pesar- que se ha instalado en una campaña electoral permanente en el que nuestros políticos se bañan con soltura en el barro. Y ningún sitio mejor que el fango para la guerra de guerrillas. Todos contra todos y todo vale, parecen las consignas a seguir, de modo que la sociedad española parece el público perplejo de un circo con leones con la cara de ministros como Óscar Puente, insultador donde los haya, descarado y agresivo como una fiera con hambre.

A mi me da la impresión de que Puente cae mal, o es solo que me cae a mi tan mal que quiero pensar que a otros muchos también, pero como hablo desde mi perspectiva mantengo que ese tipo me aleja de la idea política como labor bienintencionada y de servicio público.

Autonómicas en clave nacional

Si el asunto catalán es monotema desde que a Pedro Sánchez le dio por sabotear el Estado de Derecho y la separación de poderes que consagra la Constitución para amarrar la presidencia y el Gobierno, ahora estamos en puertas de las elecciones catalanas, vascas y europeas en las que hay mucho en juego y tienen una clara lectura en clave nacional.

Se la juegan partidos y dirigentes y se la juega el modelo institucional y territorial de España. Van a ser semanas y meses decisivos y dar por sentado qué sucederá es arriesgado, aunque no demasiado.

Ayer he tenido la oportunidad de charlar con un par de diputados en el Congreso sobre la peculiar situación política que atraviesa este país y de manera particular el ambiente más que crispado de las Cortes Generales, que son, con permiso del ministro Bolaños, el Congreso y también el Senado.

Tensión creciente

Los dos me confirman que el aire en el Hemiciclo es irrespirable por las tensiones entre las diferentes formaciones políticas. La creciente tensión, los encontronazos que acaban con frecuencia en falta de respeto institucional y, en ocasiones, personal entre los políticos de unos partidos contra otros, ha creado un mal rollo que hace que ir ‘a trabajar’ sea hasta desagradable. Así se sienten algunos o muchos de nuestros representantes del Congreso, aunque no lo digan.

El fuego cruzado en las comisiones informativas y sobre todo en las sesiones de control, ha convertido sobre todo a la Cámara Baja en un lugar inhóspito y hasta incómodo para el ejercicio político. ”En los pasillos la tensión se rebaja pero no te puedes imaginar la transformación que sufren los diputados cuando entran el Hemiciclo; los hay que parecen energúmenos, maleducados, intolerantes, arrogantes…”, me dicen.

A mis amigos políticos no les faltan adjetivos para describir lo que acontece y viven como testigos tras los leones de la Carrera de San Jerónimo, y me trasladan la tristeza de haber llegado a este punto en el que muchas veces no tienen claro si es la defensa del interés social y ciudadano lo que mueve a unos y otros de los que deciden y mandan.

‘Politización de las ideas’

Uno de los mis interlocutores siempre ha sido muy de partido, y lo sigue siendo, pero no comparte lo que podría entenderse como la ‘politización de las ideas’, un proceso en el que todo vale para alcanzar objetivos que esconden luchas por el poder a toda costa y caiga quien caiga. Sin citarlo, su enojo tiene nombre de presidente y se apellida Sánchez, pero tampoco deja títeres con cabeza cuando habla del rival porque se teme que habría hecho tanto o peores cosas por ocupar el sillón de la Moncloa.

La pregunta que les hago es qué solución tiene esto, y la respuesta que me dan ambos es que no lo saben, pero que si saben que el resultado es la desafección ciudadana hacia la política y quienes la ejercen, y la desconfianza en las instituciones públicas que se gobiernan desde el interés espurio.

Les digo que convertir el Congreso en un circo o un campo de batalla, y no sé qué es peor, puede pasar factura y asienten. Y les pregunto si las maneras desabridas y arrogantes del ministro Óscar Puente son de su cosecha o responden a una estrategia desde arriba. Me miran y se sonríen. “Es el peor pero no es el único”, me dicen.  

Hacía tiempo que al hablar con un político no había tenido esa sensación de malquerencia a formas y procedimientos como la que me transmiten estos representantes electos.

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