Difícil es hacer números sobre la cantidad de almas que caben en un alma. Infinitas y engranadas pueden ser las variedades de deseos, tendencias, cambios, transformaciones y maridajes que puede albergar una sola persona. La España de Frascuelo y de María, de burdeles e iglesias, todo a la vez y sin remilgos, es una forma de decirle al mundo que en nuestro río desembocan muchos arroyos de aguas diferentes. ¿Qué se puede hacer cuando hay tantos horizontes que reclaman y una sola voluntad que se divide entre mil encrucijadas?
En 1943, Vicente Aleixandre le escribe una carta a José Luis Cano:
“Como he besado labios ardientes o suavísimos, como he poseído cuerpos adorados, exactamente como he sufrido mi lote de dolor, que no era mío sólo, porque yo sé que he sufrido por muchos que no sufrieron. Porque yo, no soy yo solo”.
¡Pues eso!