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El aguijón

Aguijón

Avispas asiáticas. | Fuente: Sandra Rojas Nossa / Europa Press

De niño, tenía pánico al zumbido de las avispas, especialmente cuando era irremediable su picadura por estar yo en posturas indefensas. Su aguijón siempre fue un escalofrío doloroso.

Contaba Francisco Umbral que un amigo, al juzgar sus columnas en los periódicos, alabó que sus artículos fuesen casi siempre venenosos, pero insoportables cuando recurría a la miel para inmerecidas alabanzas: “Te recomiendo que vuelvas al veneno”, le sugirió.

Por otros cauces, ese veneno lo estamos recibiendo en España a dosis soportables para que creamos que se trata de un mareo propio del cambio de tiempo, pero al final terminará acabando con la justicia, la lucidez y la libertad de casi todos.

Alumbran, entre los folios que escribo, cinco palabras que ahora mismo no recuerdo si son propias o se las copié a alguien, pero que revelan mis propósitos al redactar, deseando que, cuanto escriba, tenga “una gotita de miel envenenada”… siempre que mi veneno no mate ni atribule, sino que ayude a despertar al pueblo de tanta indiferencia.

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