Dos de cada tres españoles consideran posible que el país acabe involucrado en una guerra en los próximos años, según el último estudio del CIS sobre miedos e incertidumbres. Este dato, que supera el 66%, refleja un estado emocional colectivo en el que las tensiones internacionales, la inestabilidad global y los conflictos actuales han calado profundamente en la ciudadanía. El informe, elaborado a partir de más de dos mil entrevistas, también señala hacia dónde miran los españoles cuando piensan en un posible enfrentamiento. La mayoría apunta a Rusia, seguida de Marruecos, Estados Unidos y algunos países de Asia.
Esta percepción no surge de la nada. Vivimos en un contexto en el que la información sobre guerras, agresiones, amenazas y crisis internacionales está presente en nuestro día a día. Las noticias circulan a gran velocidad y la sensación de vulnerabilidad se instala con facilidad. Según el propio estudio, casi una cuarta parte de la población reconoce experimentar miedo generalizado de forma habitual. Y dentro de esos temores, la guerra emerge como el más frecuente. No sorprende: la incertidumbre geopolítica y los ecos de conflictos recientes generan un clima emocional complejo, donde la inquietud se mezcla con una sensación de falta de control sobre el futuro.
Más allá del miedo a la guerra, los españoles también expresan preocupaciones más cotidianas: la salud física y mental, la estabilidad económica, la seguridad y el bienestar de sus familias. Son temores que conviven con la presión diaria de llegar a fin de mes, la preocupación por el cambio climático o la creciente desconfianza hacia la política. Todo ello conforma un mapa emocional que explica por qué, a la hora de valorar la situación del país, casi un 68% afirma que pesa más el pesimismo que el optimismo.
A pesar de este escenario, el estudio también muestra una faceta esperanzadora. La mayoría de los ciudadanos considera que hoy se vive mejor que en épocas pasadas y que, en términos de progreso, la sociedad ha avanzado de forma notable. Esta visión más luminosa convive con el miedo, creando una mezcla emocional muy propia de los tiempos actuales: esperanza y temor caminando a la vez.
El reto está en cómo gestionar estos sentimientos. La incertidumbre puede paralizar, pero también puede convertirse en un motor para exigir más seguridad, mejor información y políticas que refuercen la cohesión social. En un contexto de tensiones globales, los españoles buscan certezas, estabilidad y la sensación de que, pase lo que pase, el país estará preparado. Y quizá esta búsqueda, más que el miedo en sí, sea el verdadero reflejo del momento que vivimos.