Cada vez más personas mayores están adoptando rutinas de ejercicio y hábitos alimenticios saludables para envejecer con vitalidad y autonomía. Lejos de resignarse a los “achaques de la edad”, muchos han encontrado en el movimiento y la nutrición el camino para mejorar su calidad de vida, fortalecer el cuerpo y mantenerse mentalmente activos.
Médicos, instituciones y gobiernos coinciden en que no basta con tratar enfermedades en la vejez, sino que es necesario promover estilos de vida activos desde etapas tempranas. La actividad física no solo es una herramienta terapéutica, sino también preventiva, que puede mejorar la movilidad, el equilibrio, la fuerza muscular y la salud cardiovascular.
Según Milena Fernández, entrenadora personal, ha crecido la conciencia sobre el valor del ejercicio adaptado a las capacidades de cada persona mayor. Rutinas como caminatas, yoga, estiramientos y ejercicios con peso corporal son ideales si se practican con constancia. Eso sí, siempre deben comenzar tras una evaluación médica y con supervisión profesional.
Además de los beneficios físicos, el ejercicio tiene un fuerte impacto emocional: reduce el estrés, mejora el sueño y previene el deterioro cognitivo. También aumenta la autoestima y la autonomía, ayudando a las personas mayores a mantenerse activas en su vida diaria.
Por su parte, la nutrición es un pilar igual de importante. La especialista Laura Manotas destaca el papel clave de las proteínas para conservar la masa muscular y facilitar la recuperación tras el ejercicio. Junto a una buena hidratación y carbohidratos saludables como frutas o granos, una dieta balanceada potencia los efectos del entrenamiento y ayuda a evitar lesiones o fatiga.