CARLOS ORNELAS
La semana pasada participé en la conferencia anual de la Sociedad de Educación Comparada e Internacional (CIES, por sus iniciales en inglés), en Chicago. En 1956, se celebró el primer encuentro de esta asociación de académicos y estudiantes.
Tiene como centro de atención hacer comparaciones en la educación y sus alrededores. Aunque convoca a cubrir un asunto paraguas, siempre hay apertura para que los grupos de interés especial (por temas, regiones, niveles escolares) acepten propuestas de sesiones y ponencias individuales sobre otros asuntos, siempre que cubran los requisitos de calidad.
Las visiones críticas y progresistas señorean la mayor parte de las ponencias y conferencias magistrales. Casi todas en la frontera del conocimiento. Abundan los debates sobre equidad, justicia, poder en la educación, globalización y neoliberalismo.
Envisioning Education in a Digital Society (Concebir la educación en una sociedad digital) fue el tema paraguas de la conferencia CIES 2025. Se inspiró en las rápidas transformaciones que se producen debido a los avances tecnológicos (por ejemplo, la inteligencia artificial generativa, el internet con plataformas cada vez más dinámicas y las tecnologías de la conectividad) que remodelan la vida cotidiana, el futuro del trabajo y las relaciones sociales.
Además, —y ese fue el foco— tienen profundas repercusiones en la educación. Halla Holmarsdottir, presidenta de nuestra asociación, apuntó que no podemos aplaudir todos los efectos de esas nuevas tecnologías, pero hay que estudiarlas porque afectarán cada vez más al salón de clases.
Desde la convocatoria a la conferencia se esbozó que estos avances indiscutibles plantean retos complejos, como la adopción de tecnologías de la información y comunicación en entornos educativos, las preocupaciones éticas y el incremento de la brecha digital.
Además, el aumento de la conectividad y el uso generalizado de dispositivos y aplicaciones impulsan a gran velocidad mutaciones en la educación. Otros temas, como la inclusión, las luchas por el poder entre grupos, el papel de los docentes (y su formación y actualización) y la innovación estuvieron bajo la lupa y provocaron debates.
Lo más importante es el aprendizaje del alumnado y las consecuencias que los medios digitales pueden inducir. La convocatoria partió de la reflexión sobre el uso de dispositivos electrónicos por parte de las y los estudiantes, en especial en la educación básica y media.
La idea de causa-efecto aumenta y se combina con preocupaciones sobre cómo esas tecnologías crean espacios para nuevos daños: demasiado tiempo frente a la pantalla y comportamientos de explotación.
Del mismo modo, los debates sobre las fake news, la alfabetización mediática y las competencias digitales llevan a la necesidad de estudiar qué es la educación e imaginar lo que puede ser.
El tema de la conferencia no sólo nos desafió a descubrir, examinar, evaluar y proponer futuros posibles, probables y preferibles de la educación, también nos exigió interpretar lo que hacemos, por qué lo hacemos y cómo lo hacemos. Esto fue en una nueva forma que se denominó provocación al debate.
En un salón inmenso, en 20 mesas nos reunimos grupos de cinco o seis participantes y respondimos en breve a preguntas pendencieras con base en experiencia e imaginación. Increíble, la conjunción de colegas de diferentes nacionalidades, género, profesión y experiencia docente, elaboramos carteles (algunos muy bien hechos) en media hora. Allí surgían los puntos que parecían los más importantes para concebir la educación de niños y jóvenes en la era digital.
Una de las conferencias magistrales estuvo a cargo de la estimada colega y presidenta saliente de la CIES, Susan Robertson, Impugnación de la injusticia: Protesta, poder, pedagogías. Pienso que nos ofreció un discurso trascendente. Lo comentaré en uno de mis futuros artículos. También resumiré mi ponencia.
Murió don Olegario Vázquez Raña, presidente de Grupo Imagen y otras empresas. Lo recordaré por muchas cosas, pero sobre todo porque redimió a Excélsior y le dio nueva vida. Mi más sentido pésame a Olegario Vázquez Aldir y demás descendientes.
*Por su interés, reproducimos este artículo ecrito por Carlos Ornelas, publicado en Excelsior.