Hoy: 23 de noviembre de 2024
Se hizo mayor Cupido el 22 de mayo de 1873 cuando se casaron en Sevilla don Antonio Machado Álvarez y doña Ana Ruiz Hernández, muy pequeña y más sevillana; unos dicen que hija de confiteros y otra que de familia de marinos. Lo cierto es que una pizca de azúcar y otra de sal llevó siempre en la lengua doña Ana quien, ya en el exilio, desmemoriada, no cesaba de preguntar al poeta: ¿Cuándo llegamos a Sevilla, hijo? Y el hijo, sin decirlo, estaba sintiendo también el ahogo de la memoria mientras se bebía a tragos el mar por si era el Guadalquivir equivocado.
El 22 de mayo de 1873 hacía tres meses que los españoles intentaban ser republicanos tras la experiencia de un rey extranjero, Amadeo de Saboya, que propició la segunda guerra carlista.
Don Antonio Machado Ruiz iba a ser republicano de toda la vida. Republicano fue su abuelo, su padre, el ambiente de la Institución Libre de Enseñanza donde se educó, su entorno. En 1931, estando el poeta en Segovia, fue de los primeros en dar el grito: ¡Viva la República!, mientras sostenía la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento y Alfonso XIII, al destierro con doce de los suyos, como otro Cid, se embarcaba en Cartagena para no volver.
Ya de mayor, se acerca un periodista a don Antonio con una de esas preguntas que son absurdas o definitivas, según quien las contesta:
-Podría usted decirme, señor Machado, ¿cuál fue el momento más importante de su vida?
Probablemente el poeta esperaba esta pregunta como se espera una aguja para gritar un grito y, sin olvidar su ironía de filósofo, contestó:
– El momento más importante de mi vida yo no lo he vivido…
– Explíquese, don Antonio.
– Sí, porque unos delfines, equivocando su camino y a favor de la marea, se habían adentrado en el Guadalquivir llegando hasta Sevilla. De toda la ciudad acudió mucha gente atraída por el insólito espectáculo. A la orilla del río, damitas y galanes, entre ellos los que fueron mis padres que allí se vieron por primera vez. Fue una tarde de sol que yo he creído o he soñado recordar alguna vez. Este fue, sin duda, el momento más importante de mi vida.
“Pero aunque fluye hacia la mar ignota / es la vida también agua de fuente / que de claro venero, gota a gota, / o ruidoso penacho de torrente, / bajo el azul, sobre la piedra brota. / Y allí suena tu nombre ¡eternamente!”
Cupido, al crecer, se había hecho un ángel… Fue también miércoles de ceniza aquel 22 de febrero de 1939 cuando en Colliure cerró los ojos el mejor poeta.