Santa Teresa de Jesús escribía con su tino acostumbrado que “la humildad es andar en verdad”. Y la verdad de lo que somos, analizada seriamente, no pasa de ser un corazón con pretensiones.
Humildad viene de humus, tierra, que se deja abonar por los detritus de la vida, por el estiércol de todos, para devolvernos el trigo de la buena cosecha. El humilde se caracteriza por eso: asume lo que nadie quiere y nos lo devuelve dorado en gavilla de espigas.
La humillación, por el contrario, es aceptar que pisoteen el germen de lo que aún no ha nacido y, por si fuera poco, en vez de con agua, regarlo con veneno. Se trata de echar en cara la esterilidad de una tierra cuyo fruto va a depender, de las pisadas y de las vanas sembraduras.
…Humillados estamos ahora mismo en España porque, a cambio de investir a un presidente, la bajeza más grande de los separatistas es el desprecio a los demás. Aunque más despreciables me parecen aquellos que, sabiéndolo, lo consienten.