Hoy: 23 de noviembre de 2024
Italia ha sido y es muchas cosas. Visceralidad, cuna del pensamiento y el arte, zona cero del Imperio Romano… Sin embargo, si algo caracteriza al acervo de la política italiana es la imprevisibilidad. El no saber qué va a pasar después, máxime cuando los acontecimientos son totalmente rocambolescos.
Veáse con la ya consumada dimisión de Mario Draghi. Primero dimite porque sus apoyos ni siquiera asisten a una moción de confianza que a su vez aprobaba un decreto para contener la crisis. Luego el presidente del la República, Sergio Mattarella rechaza su renuncia. Draghi acepta continuar y prosigue con el encargo encomendado por Mattarella. Realiza un discurso de unidad, retroalimentado por segmentos de la sociedad civil que le instan a seguir. Todo ello en medio de un clima de polarización de todos sus socios de gobierno del Ejecutivo de concentración y “unidad nacional”. ¿Para qué? Para nada, porque sus socios le vuelven a negar el saludo. Todo era cuestión de cálculos electoralistas de unos y otros, así como de cuitas internas en el seno de un Ejecutivo de corte técnico, liderado por el ex presidente del Banco Central Europeo, formado hace casi un año y medio, a petición del jefe del Estado, para hacer frente a la pandemia.
Cuando Draghi se dirigió al Palacio del Quirinal (sede la Presidencia de la República) las formaciones políticas sacaron la calculadora para trazar sus estrategias a la hora de afrontar las elecciones convocadas anticipadamente para el 25 de septiembre, dentro de algo más de dos meses. A priori, prácticamente todos los partidos cuentan con la penalización de la ciudadanía dado que no han conseguido eludir ir a elecciones, cuando aún no estaba agotada la legislatura. A excepción de la extrema derecha de los Hermanos de Italia, que tiene buenos pronósticos en los primeros sondeos y podría ser la primera fuerza. Su líder, Giorgia Meloni, parte como la principal favorecida por la crisis de Gobierno que desencadenó el Movimiento 5 Estrellas (M5E), incentiva redondeada por los partidos del arco parlamentario referente al centro derecha, la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia, la fuerza política del magnate Silvio Berlusconi.
Con la decisión de Mattarella de formar un Gobierno liderado por un tótem político como Mario Draghi, respetado en la Unión Europea, un tiempo de estabilidad, pretendía dar cierta estabilidad mientras Italia se enfrentaba a una pandemia y a todas sus derivadas. Entre ellas, impulsar las reformas exigidas por la UE para obtener el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, al igual que la propuesta de España a Bruselas para la recuperación de Europa. Sin embargo, aquel espíritu tecnocrático, de cierta tranquilidad por la gestión pormenorizada de la política ordinaria del país que Matarella señaló, se ha derrumbado por los tejemanejes de los partidos que forman el arco parlamentario, quienes piensan más en el devenir más inmediato que el medio-largo plazo.
El Gobierno liderado por Mario Draghi desempeñará sus funciones en un estatus de interinidad con el objetivo gestiones la política cotidiana hasta la celebración de las elecciones. Sus limitaciones: no tendrá la potestad de aprobar decretos salvo excepciones impuestas por motivos de calendario, tales como algunas medidas del citado plan europeo, para tratar de alcanzar los requisitos para obtener los fondos aprobados por la Comisión Europea.
Por otra parte, se rompe la tradición. Nunca en Italia se había votado en otoño puesto que es un periodo que se utiliza para determinar y aprobar los presupuestos. Un conjunto de partidas económicas que cobran especial relevancia dado el contexto internacional actual, donde hay un clima de alza de los precios y crisis enérgetica que es preciso paliar. Ello derivado de la invasión rusa de Ucrania. Así, la prima de riesgo se disparó este jueves hasta los 237 puntos y, a su vez, la bolsa de Milán -el principal mercado de valores bursátiles de Italia- limitaba las pérdidas y cerraba con un -0,7 puntos porcentuales.
El Gobierno está atado de pies y manos por la limitaciones que supone estar en funciones. Por ese motivo, el jefe del Estado, Sergio Mattarella, mencionó al anunciar la disolución del Parlamento que depende también de la necesidad de cumplir los compromisos adquiridos para con Europa para el desembolso de los nuevos segmentos del dinero de los fondos. Quizá porque Draghi, antiguo presidente del BCE, fue a Bruselas a negociar los fondos de recuperación Italia es el mayor beneficiario del plan europeo, con 230.000 millones de euros, de los cuales ya se le han remitido 45.900 millones. Está previsto que el siguiente tramo, 19.000 millones, llegue antes de final de año. Sin embargo, está condicionado a la aprobación de 55 objetivos, desde asuntos relativos a una reforma fiscal hasta la ley de competencia. Draghi apeló a dichos compromisos, que figuran en el ya extinto programa de Gobierno para tratar de tejer la alianza que se acabó dinamitando.
“Italia tiene todo para ser fuerte, influyente, creíble en el mundo. Lo habéis demostrado día tras día en estos meses de Gobierno. Ahora debemos mantener la misma determinación en la actividad que podremos realizar en las próximas semanas, dentro de los límites del perímetro que se ha diseñado”, aseguró Draghi en el Consejo de Ministros de la tarde del . “Nos tenemos que enfrentar a las emergencias relacionadas con la pandemia, la guerra en Ucrania, la inflación y el coste de la energía. Debemos seguir con la actuación del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, también para favorecer la labor del Gobierno que nos sucederá”, agregó el ya primer ministro dimisionario, que insistía en recomponer un Gobierno que ya tenía fecha de caducidad inminente.
La campaña electoral permanente es un fenómeno que se da el marco de la espectacularización de la política -ya de por sí, con con tendencias dramáticas inherentes vinculadas al teatro-. Sin embargo, en ese punto se agudizó más si cabe y los actores empezaron a poner sus cabezas en las elecciones a las que Italia se veía abocada. Según la encuesta del diario La Stampa, esta solución no era la preferida por la mayoría de los italianos ya que solo un 30% querían la elecciones anticipadas convocatoria. Tal y como se ha apuntado, el marketing político va a tener mucho peso a la hora de “vender” por qué no se evitaron las elecciones y se prosiguió con el Gobierno Draghi cuando restaban un par de meses para agotar la legislatura. De este tipo de sondeos se deduce el hastío y la apatía que, crecientemente, puede tener la ciudadanía. Esa apatía se acaba traduciendo en la abstención: en no acudir a las urnas porque. o bien, la oferta electoral es mediocre o no satisface mínimamente las demandas del grueso de la ciudadanía.
La derecha y la extrema derecha -e incluso el posfascismo- pueden ser los más favorecidos de esta coyuntura, dadas las circunstancias. Dichos idearios están representados, en forma de popurrí, en Forza Italia, Hermanos de Italia y la Liga, partidos que alojan en su interior muchas tendencias que van desde un centrismo cristianodemocráta hasta el ultraderechismo. Ciertamente, la competición se va a fraguar entre las dos formaciones más a la derecha: Hermanos de Italia y la Liga de Matteo Salvini. Esta última formación ha observado durante meses cómo su partido perdía fuerza en los sondeos al tiempo subía la popularidad de Meloni, líder de los Hermanos de Italia, una dirigente a la que se pudo ver junto a Vox en un acto reciente por la cercanía ideológica que comparten. Ahí es donde está la explicación de la huida hacia adelante de Salvini, quien incentivó a Forza Italia a que apoyara la decisión de forzar la dimisión de Draghi.
Dicha determinación se dedujo de una larga reunión entre los líderes de la Liga y de Forza Italia en la residencia en Roma de Silvio Berlusconi. No obstante, quien manejó los tiempos y las formas fue Salvini. Un acto que puede pagar caro Forza Italia ya que que le puede ha tenido varios abandonos en las últimas horas importantes, como son las de los ministros Maria Stella Gelmini y Renato Brunetta, hasta ahora fieles acólitos del magnate italiano
Sin embargo, la cuestión más problemática que debe acometer la coalición es la reivindicación de Meloni de guiar el Gobierno en el caso de victoria del centroderecha en los comicios. “Tengo mis ideas sobre cómo hay que gobernar la nación. Se vota en dos meses, el centroderecha está listo”, indicó el miércoles tras el resultado de la jornada. De momento, al margen del resto de partidos del resto del espectro político, no se sabe si las rencillas y encontronazos aumentarán o disminirán en el centroderecha, quien puede presumir de haberse unido en un frente común, al contrario que la izquierda.
La Liga y el Movimiento 5 Estrellas -que tiene varias tendencias y se encamina hacia la escisión- han declarado en varias ocasiones su simpatía por el presidente ruso, Vladímir Putin, quien ha invadido hace unos meses Ucrania y está violando allí los derechos humanos de forma continuada e incluso las reglas de la guerra (ius ad bellum).
De este modo, se posicionan a su favor y censuran las sanciones de la UE a Moscú. Ponen el foco en que este es el origen de la amenaza del cierre del gas ruso a Europa, con el consecuente riesgo económico que acarrea. Una situación que en un contexto de inflación y crisis energética derivada de dicha coyuntura puede acentuarse hasta el punto de empezar una recensión en Europa. Máxime, cuando el Banco Central Europeo ha subido los tipos de interés al 0,5%. El precio del dinero ha pasado de ser negativos o neutros durante la anterior década a positivos actualmente.
Por ese motivo, la Comisión Europea ha planteado un ahorro energético en el consumo del 15%, medida a la que España se ha opuesto frontalmente por medio de Teresa Ribera, vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica. El plan es que se fije un principio de solidaridad por el que el sur de Europa auxilie al norte, más dependiente del gas procedente de Rusia. No obstante, esos países del norte son los que tienen la sartén por el mango ya que fueron los avalaron los fondos europeos que están permitiendo la recuperación de las economías del sur, en concreto, la economía española.
El Partido Democrático rivalizará con Fratelli d’Italia para ganar las elecciones. Por el contrario y a diferencia del partido liderado por Melino, tras la crisis de Gobierno que se ha abierto la política de pactos que no va a ser sencilla. Desde hace algunas semanas, hay quien habla sobre el nacimiento del denominado “campo ancho”, que agruparía a las formaciones de tendencia socialdemócrata y de la izquierda moderada en la que, como si de un cajón de sastre se tratase, también cupiese el M5E.
Por el momento, el Partido Democrático aguarda que los electores valoren su postura de apoyo incondicional al Gobierno que ha comandado Draghi mientras acontecía esta situación caótica que ha hecho caer al Ejecutivo, algo que el secretario del partido, Enrico Letta, ha calificado en varias ocasiones de “locura”. Poca gente quiere hacer saltar por los aires las relaciones, ya fracturadas, con lo que queda del Movimientos 5 Estrellas. Sin embargo, cada vez el cerco se estrecha más en lo relativo a este espacio. “Los responsables están avergonzados”, aseguró Letta, quien añadió que “no están completamente seguros de haber entendido lo que pasó” dado que “intentan quitar las huellas dactilares de las armas”.
A su vez, el Movimiento 5 Estrellas trataba de afrontar el día despúes de la crisis, la cual abrieron hace una semana. Sin embargo, no calcularon bien su impacto y se les desbordó cuando se evidenció el hartazgo de Draghi tras la insurrección de senadores de Giusepe Conte èn votación del decreto anticrisis, un importante paquete de medidas económicas. Todo ello, el ausentarse para no votar, resultó agotó la paciencia de Draghi, cansado de presiones y chantajes de los partidos, así como de demandas para seguir en el cargo por parte de la sociedad civil. “Estoy aquí porque lo piden los italianos”, defendió Draghi este miércoles en ese sentido.
Conte, que lidera ahora la fuerza que le posicionó como primer ministro en 2018 para salir de otro bloqueo institucional, tiene el hándicap de tratar de evitar un nuevo desafío: la escisión decantada hace un mes por el ministro de Exteriores, Luigi Di Maio. Posteriormente, tendrá que recuperar el apoyo de las bases órgánicas del partido. Parece que la formación ya no es la sombra de lo que fue, pues en 2018 obtuvo el 33% de los votos y ahora los sondeos le otorgan un pírrico 10%.
Di Maio, mientras observa vigilante la descomposición que una vez lideró y ayudó a fundar. De este modo, tratará de fortalecer su posición en un espacio que se ha ido agrandando mientras que la crisis de Gobierno avanzaba. “La agenda reformadora de Draghi no puede abandonarse, no puede desaparecer”, señaló este jueves después de criticar a los socios que habían hecho caer el Gobierno, en referencia al M5S y la Liga. Prosiguió diciendo que son los mismos que “guiñan el ojo a Putin”. Unas palabras que ponen de manifiesto el nuevo fenómeno que en la prensa italiana ya se llama “el partido de Draghi sin Draghi”, un centro amplio que muchos han ansiado desde la extinción de la Democracia Cristiana. Allí estarían también el ex primer ministro, Matteo Renzi, o varios de los transfugas de Forza Italia.
Restan dos meses hasta la celebración de las elecciones, un momento que se aprovechará para sellar pactos y desterrar aliados. Así, la aprobación de unas cuentas después de las urnas como telón de fondo puede resultar a la postre clave. De todos modos, en esta Italia ingobernable, por el momento, todo es inesperado.