Si el socialismo hubiera sido manejado por Joaquín Leguina, Nicolás Redondo Terreros o incluso por don Enrique Tierno Galván, que siempre mantuvo y respetó la Cruz en sus jurisdicciones y buscó la forma, en su vejez, de regresar a la “religión de su madre”. Con estos socialistas, yo me hubiese afiliado al partido. Quizá, motivada por otras figuras destacadas de su tiempo, Cristina Alberdi se pasó al socialismo después de haber nacido en un pueblo sevillano, de una familia católica y conservadora.
El talante de libertad y justicia llevó, a la que fue ministra de Felipe González a desentenderse del socialismo cuando Zapatero comenzó a gobernar disparatada, endiabladamente. Entre las muchas virtudes de Cristina destaca el defecto de haber defendido el aborto y el divorcio, tal vez porque no tuvo hijos y se casó, ya sin ganas a los 48 años, con José Benito Alique, padre de un hijo con Terele Pávez, al parecer bueno y generoso con su madre enferma.
Soy del parecer que, cuando uno descubre el amor a esas edades se busca, más que el fuego, el calorcillo del arropamiento. Porque, la insatisfacción de todo lo que no se resuelve, en lo personal y en lo social, deja su marca, como la que tuvo hasta el final en su rostro la admirada Cristina Alberdi.