El Teatro María Guerrero se convierte en pista de baile con Roland Mon Amour, la nueva pieza de la creadora gallega Cris Balboa. A medio camino entre el teatro musical, la performance y la autoficción, la obra se estrenará el 21 de marzo y permanecerá en cartel hasta el 20 de abril.
Balboa lanza una invitación a los espectadores más «bailongos» para sumarse a una experiencia que desafía lo convencional. “No pretendo dar respuestas ni hacer apologías, simplemente hablo del amor, el deseo, el sexo y el disfrute desde el humor y la confrontación con el mundo», señala la artista.
El montaje propone un escenario vestido de fiesta, con moqueta roja, luces de neón y sintetizadores en vivo. Balboa, única intérprete en escena, juega con la música electrónica para transformar el teatro en un espacio de celebración y catarsis.
La pieza nace de la necesidad de la autora de relatar sus propias miserias y precariedad como artista gallega, donde el tejido cultural alternativo es «casi inexistente». “En Galicia, muchas piezas nacen medio muertas porque no hay una estructura que las sostenga”, lamenta Balboa.
La obra es una producción conjunta del Centro Dramático Nacional y el Centro Dramático Galego, y contará con dos funciones en gallego, los días 15 y 16 de abril, con sobretítulos en castellano.
Para Balboa, esta es una oportunidad de romper barreras y explorar nuevos lenguajes escénicos. “¿Es teatro? ¿Es performance? No se sabe. Pero lo que sí sé es que estar aquí es un motivo de celebración”, concluye.
Balboa reivindica la dificultad de hacer teatro fuera de los circuitos convencionales. La obra desafía las fronteras entre teatro, música y performance llevando al espectador a un territorio donde las emociones, la electrónica y el movimiento crean una experiencia única. La función no se limita a una narrativa convencional, sino que invita a los asistentes a sumergirse en un universo donde el texto convive con las sensaciones y el cuerpo se convierte en un canal de expresión artística.
Para la creadora gallega, esta es una oportunidad de cuestionar los límites del teatro y la manera en que el público se relaciona con el escenario. “No se trata solo de contar algo, sino de hacer sentir, de generar un espacio en el que la celebración y la vulnerabilidad convivan. Es una invitación a la libertad, a jugar con lo que el teatro puede ser”, señala Balboa.