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Corazones de piedra/ y II

corazones

Devastación en la Franja de Gaza. | Fuente: Europa Press

RAFAEL FRAGUAS

Alto a la aniquilación premeditada del pueblo palestino. Esta es la consigna urgente que hoy debe gritarse por doquier. La reflexión viene inmediatamente después: ¿queda un ápice de piedad en los corazones de piedra que promueven premeditadamente esta catástrofe? El pueblo palestino no es Hamás, ni Hezbollah. El pueblo de Israel no es Nethanyahu ni los generales que se aprestan a consumar un genocidio en torno a la población de Gaza. Hay que detener esta catástrofe ya. Ahora.

Los efectos de aquello que contemplamos en el confín oriental del Mediterráneo tienen causas en las que ya casi nadie se atreve a indagar. Y ya es hora de ello. Tres causas primigenias han determinado inexorablemente lo sucedido, intoxicando las relaciones internacionales y la vida entre pueblos vecinos desde tiempo atrás. La primera, una endiablada conjetura que establece que toda correlación implica necesariamente una causalidad. Y en la geopolítica mundial, esto se traduce en una hegemonía fatal, en un dominio de un pueblo, una clase o un Estado sobre el otro. No; esto, que es y ha sido así durante lustros, no puede seguir siéndolo. Las relaciones entre los pueblos palestino y judío pueden ser equilibradas, igualitarias, sin hegemones de tipo alguno. Son pueblos de trabajadores, asalariados, capas medias, sometidos a condiciones de vida dispares, sometidos a diferentes formas de poder pero, en ocasiones, de intereses semejantes, con derecho a vivir una existencia grata y pacífica. Sus relaciones no han de ser necesariamente conflictivas, pueden llegar a ser de colaboración, si ambos se escuchan, su escucha es atendida y sus enseñanzas aplicadas por sus dirigentes. Es una necesidad imperiosa.

Porque lo contrario, la conflictividad, la desconfianza, el rencor ceban la segunda e insidiosa causa: la guerra preventiva. Esta aberración está presente en casi todos los conflictos bélicos, en todas las guerras que ensangrientan hoy nuestro atribulado mundo. Y en particular, la que se abate sobre Israel y Palestina. Implica inequívocamente un prejuicio, una presunción del mal en el lado ajeno antes de que el mal haga irrupción. Y la guerra preventiva, en coyunda con la hegemonía, va a segregar la tercera de las causas descritas: la asimetría, el vector por donde se abre paso el terrorismo. Terrorismo individualizado y terrorismo de Estado, no lo olvidemos.

Del talión

Precisamente, la conocida ley del talión, ojo por ojo, diente por diente, tiene una lectura distinta de la que meramente la convierte en expresión suprema de la venganza. Hay en ella un principio de mecánica correspondencia: a un mal ha de corresponder un correctivo de entidad semejante. No superior. ¿Qué concepto y medida del talión tienen los generales que cercan y se aprestan a ocupar el norte de la Franja de Gaza, hasta anteayer poblado por más de un millón de palestinos y hoy forzados a emigrar en masa? ¿Tratan de aniquilar a igual número de personas que las vidas israelíes segadas tras el ataque de Hamas contra el Sur de Israel el pasado 7 de octubre o, más bien, se proponen aniquilar a una cifra que doble, triplique o centuplique aquel balance criminal? ¿O, tal vez, por mor de una aberración indescriptible y delirante de algunos de ellos, si ciframos en seis millones de judíos los inmolados en los campos de exterminio nazis, hasta que no alcancen esa cifra entre sus enemigos, reales o supuestos, no detendrán la siniestra máquina de muerte y destrucción que allí despliegan?

Por su parte, los dirigentes de Hamás, imbuidos en la idea de destruir Israel y escudados arteramente entre la población palestina, con el riesgo que para ella implica, ¿hasta cuándo van a proseguir su hostilidad mediante el lanzamiento aleatorio de cohetes sobre la población judía? Se dirá que no hay proporcionalidad entre unas hostilidades y otras, lo cual es cierto: unos son ataques incesantes pero puntuales, de la guerrilla islamista, con cohetes, tiroteos o apuñalamientos a sangre fría contra judíos. Los otros son bombardeos aéreos o artilleros masivos del ejército de Israel sobre población civil inocente, devenida en carne de cañón y hoy rehén de Hamás. Hasta 10.000 palestinos, niños, ancianos y mujeres han muerto bajo las bombas israelíes desde el origen de las sucesivas contiendas registradas en la zona. Miles de presos palestinos abarrotan hoy las prisiones de Israel y sus familias han sufrido la demolición de sus casas y otras medidas de represalia. Intifadas y levantamientos populares, a pedradas infantiles contra carros de combate, forman parte del paisaje cotidiano en la zona.

En él, comparece la asimetría antes descrita: hay miles de colonos judíos, muchos de ellos armados, que ilegalmente ocupan tierra palestina en Cisjordania, por ejemplo. Y saben que su ocupación es ilegal. Desde 1948, los sucesivos Gobiernos de Israel, tras sortear distintas guerras con Egipto y Siria, por ejemplo, han ido apoderándose, manu militari, de cuotas cada vez más extensas de territorio palestino, asentando allí las remesas de colonos judíos llegados, sobre todo de la desaparecida Unión Soviética, también de Argentina, entre otros Estados de procedencia. Su estadía sobre áreas fronterizas, objetivamente, convierte a los colonos judíos en rehenes de su propio Ejército y en carne de cañón de incursiones de los fedayines palestinos así como en objeto de acciones de guerra, tan criminales como las registradas recientemente en el Sur de Israel.

La espiral tuvo comienzo en 1948, tras la negativa palestina a la partición de su territorio y el éxodo consecutivo de 750.000 palestinos hacia territorios árabes o foráneos, numerosas guerras, atentados, secuestros, matanzas sin fin y una cadena sangrienta de acción-reacción que no parece tener término. ¿Por dónde cabe imaginar la salida de tan tenebroso laberinto? ¿Qué nueva tecla pulsar para vislumbrar cómo acceder a ella, tras el fracaso de fórmulas políticas, negociaciones e intentos de salidas diplomáticas? Es más necesario que nunca establecer un liderazgo nuevo, que permita el diálogo entre ambos pueblos, mientras callan las armas y las manos foráneas, estadounidenses, árabes y persas, dejan de atizar la guerra en la zona. Las percepciones mutuas, lo que cada pueblo piensa del otro es absolutamente necesario que aflore al exterior, para salir de la mecánica dicotomía entre lo blanco y lo negro, lo azul y lo rojo, el mal y el bien respectiva y rotundamente percibido por cada uno de ellos y dar paso a columbrar lo otro, lo diverso, la línea intermedia que prefigura y dibuja la solución: dos Estados vecinos en paz, sin acciones preventivas, ni hegemonía, ni asimetría de ningún tipo.

Como quiera que la guerra adquiere hoy una indudable tonalidad religiosa, al enfrentar a judíos contra islamistas, fundamentalistas ambos, indaguemos sobre qué pueden aportar los sentimientos que, según los creyentes, subyacen en sus respectivos discursos versados desde y hacia la espiritualidad. Judaísmo e islamismo son religiones monoteístas, como lo es el cristianismo. Pocas gentes saben que la palabra musulmán deriva de los vocablos mo y salman, hijos de Salomón, rey judío por excelencia. El Islam venera a Abraham, también a la Virgen María y a Cristo, así como a numerosos otros Profetas judíos de los que se considera heredero. Las religiones, además de muchas otras cosas y descartando su probado empleo como forma de opresiva por muftis, rabinos y sacerdotes, son sobre todo estrategias de supervivencia y de racionalidad práctica, evocando a pensadores de toda condición. Y todas ellas se acreditan por dotarse de una moralidad propia.

Moralidad y nuevo liderazgo

Si indagamos en las supuestamente distintas concepciones de la moral que cada religión preconiza, los seres humanos mantenemos algunas ideas básicas sobre el bien y sobre el mal que, en verdad, son mucho más semejantes de lo que las distinciones doctrinales nos harían ver. Desde cualquier presupuesto ético, las diferentes morales combaten el dolor propio y ajeno; rechazan o abominan de la muerte; consideran la vida como un bien supremo y parten de considerar que en la colectividad, en la sinagoga y en la mezquita, en la ecclesia, en la asamblea, escenarios sociales todos ellos, reside un saber que garantiza la viabilidad de la existencia colectiva, siempre y cuando los púlpitos, los discursos de los rabinos o los de los jeques de la plegaria islámica no se conviertan en peanas propaladoras de supremacismos, racismos y clasismos, unidos por el hilo conductor del fanatismo y de la guerra santa invocando a Alá, a Yahvé o a Dios. La clemencia y la misericordia, el respeto al prójimo, la benevolencia, la razón frente a la sinrazón son valores compartidos por todas las religiones en presencia. ¿Por qué no es posible llevar esos valores a la convivencia de pueblos hoy enfrentados? ¿Por qué ha de sucumbir la humanidad a las leyes implacables del poder, que son las leyes de la hegemonía, de la asimetría, de la inhumanidad?

Los líderes de las comunidades religiosas pueden y deben movilizar el ascendiente moral del que dicen disponer para llamar a la paz, a la escucha, al diálogo, contra la muerte y la desolación en presencia. Con ese aval, tan necesario aunque insuficiente, tal vez el talento humano sea capaz de iluminar en fechas venideras el surgimiento de un liderazgo colectivo de nuevo tipo, desprovisto de armas distintas de la razón, que guíe hacia la salida de tan intrincado laberinto a los pueblos palestino y judío hoy abducidos por la guerra. Y quizás en unos pocos años podamos ver rezumar siquiera una lágrima de compasión y un ápice de sensatez en los corazones de piedra que hoy yugulan, con tanta crueldad y rencor, a tantos seres humanos. Alto a la muerte en Palestina e Israel. Abramos paso a la paz.

[Rafael Fraguas (1949) es madrileño. Dirigente estudiantil antifranquista, estudió Ciencias Políticas en la UCM; es sociólogo y Doctor en Sociología con una tesis sobre el Secreto de Estado. Periodista desde 1974 y miembro de la Redacción fundacional del diario El País, fue enviado especial al África Negra y Oriente Medio. Analista internacional del diario El Espectador de Bogotá, dirigió la Revista Diálogo Iberoamericano. Vicepresidente Internacional de Reporters sans Frontières y Secretario General de PSF, ha dado conferencias en América Central, Suramérica y Europa. Es docente y analista geopolítico, experto en organizaciones de Inteligencia, armas nucleares e Islam chií. Vive en Madrid].

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