Inevitablemente somos hijos de nuestra historia. Convergen en las propias determinaciones la familia, que nos brindó una educación orientada, la cultura de lo que decidimos estudiar, la calle y los amigos, los libros escogidos y el desarrollo de la elección espiritual… todo eso nos lleva a un discernimiento que tiene su sello personal con barnices subjetivos. ¡Cuidado se ha de tener de que el corazón no escape, como un pájaro, a la comodidad de los nidos, desalojando de otros, los huevos de la verdad!
Aunque no lleguemos a ser químicamente puros, hemos de tratar que nuestros condicionamientos nunca dañen lo moral e intelectualmente reconocido como verdadero.
Colocar las entrañas por encima de las ideas, obliga a aplaudir lo indecoroso y a fatigarse en defender las injusticias. Vengan de donde vinieren. Se nota demasiado cuando la conducta no es el fruto de la libertad, sino del hambre, de la obcecación o de la conveniencia.
Nunca quiere de corazón, el corazón que se engaña.