Me considero una especie de cronista de pueblo tan distinguido y cercano como Veraluz. Para que mis queridos lectores puedan saltar conmigo de fechas y avatares, igualmente cuento cosas que pasaron en los primeros días de la posguerra civil, que lo sucedido ahora mismo porque, al fin, las cosas de antes son parecidas a las de ahora ya que el ser humano, que tanto ha prosperado en tecnología, poco crecimiento ha tenido en valores y composturas.
Contaba Bernarda, la peluquera de siempre, con secadores aún de mano para no ocupar en su casa demasiado espacio, que echaba en falta Televisión Española con aquella Carta de Ajuste en blanco y negro, oscilando la pantalla del televisor como si lamiera el cristal para limpiarlo.
Aparecían después damas y señores bien hablados y mejor vestidos con noticias que hacían el menor daño posible, igual que evangelios gratificantes. O concursos en los que se aseguraba la diversión. O teatros, que empujaron a creer y amar la pequeña sabiduría que los autores nos brindaban y los actores recomponían.
En 2025, sigue apostillando Bernarda, aquella televisión española del pueblo y las familias es hoy la expresión más vulgar de una ideología en decadencia.
Pedro Villarejo