Si es verdad o mentira el amor que tuvimos a alguien o que alguien nos tuvo, no necesita de espejos que prolonguen tamaña incertidumbre. Basta el instante para que sea eterna la memoria del beso.
Para Miguel Hernández fue la muerte enamorada quien lo cercó desde el principio mientras él, por el camino, iba quebrando los espejos que reflejaban el paisaje de las injusticias. Nadie pudo corregir su empeño de doblegar el mundo. Ni siquiera los ojos de Josefina, que eran puente para cruzar a la otra orilla de la lágrima.
Con uno de los cristales de los espejos rotos, Miguel se clavó el dolor de la vida en las sienes de su
inocencia. Y la esposa quedó desamparada, vestida sólo de poemas, frente al río del amor, cárcel y espejo de las miradas.
30 de octubre, su aniversario.
pedrouve