Los sobrenombres, apodos o motes suelen tener su pizca de crueldad, pero en la mayoría de los casos, son formas irónicas o purgativas de las personas, motivadas por sus físicos o comportamientos. Los españoles solemos ser muy agudos y certeros en la manera de señalar a los innombrables. Éstos que rotulo hoy pretenden ser jocosos.
Remontándonos a la Historia reciente: al Rey de España Francisco de Asís, esposo político de Isabel II, era nombrado por todos como “Paquita Natillas”, dada su condición de escasa virilidad manifestada. A nuestro actual Presidente de Gobierno se le llama, en tabloides afines, el “Galgo de Paiporta”; de haberse pronunciado otros periódicos no afectos, otra gallina nos cantaría.
Al Ministro de Asuntos Exteriores se le conoce por Napoleonchu, dada la prestancia de sus andares. Más que sucedáneo emperador de Francia, me recuerda su apostura al poema de García Lorca a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías: “Aire de Roma andaluza / le doraba la cabeza”.
A Lady Tucán se la distingue nada más verla. Me han dicho que son temidos sus besos por la intención que llevan. Es simplemente una ministra-ave-dulce en busca de destino.