LUIS ALFREDO LÓPEZ
Cuando llegué a vivir a Maastricht no tenía idea de quién era André Rieu, ni de que se pasa el año de gira por el mundo con su orquesta, llenando salas de concierto.
Como Rieu nació en Maastricht, hace veinte años a alguien se le ocurrió que diera un concierto veraniego en la plaza principal de la ciudad, el Vrijthof. El éxito fue tan grande, que desde entonces da conciertos todos los años, de jueves a domingo, durante tres semanas de julio.
Rieu conoce su mercado. Los sesenta integrantes de su orquesta y sus seis cantantes —tres hombres y tres mujeres— salen guapísimos: las mujeres de largo, los hombres de frac. Todos los años tiene invitados especiales. Hace un par de años tuvo al mismísimo The Hoff, David Hasselhoff (desafortunadamente, sin el Auto Increible).
A lo largo de tres horas su orquesta toca valses, música clásica, y canciones que son parte de la cultura pop: este año You’ll Never Walk Alone, el cover de Gerry and the Pacemakers hecho famoso por el Liverpool FC; Across the Stars, uno de los temas de Star Wars; Volià, la canción de la francesa Barbara Pravi; Sirtaki, de la película Zorba el Griego; y aunque parezca increíble, La Macarena, interpretada por su orquesta, y con los mismísimos Los Del Río cantando en persona.
Noche tras noche, la plaza se llena con diez mil personas sentadas: alemanes, franceses, belgas, ingleses, japoneses, e ingleses, entre decenas de otras nacionalidades. Las calles que la rodean se cierran para que sus restaurantes, previo pago a Rieu, ofrezcan cenas Andre Rieu Concert en sus terrazas. Y en las calles adyacentes se ofrece el concierto en pantallas de televisión, así que la gente se sienta a tomar una cerveza para mirar el concierto un rato.
Los críticos dicen que Rieu siempre ofrece la misma fórmula. Los haters dicen que “disminuye” la música para hacerla accesible a las masas.
Los que no somos ni lo uno ni lo otro, pero tampoco fans, lo vemos de otra forma: Rieu —que sólo toca su violín de vez en cuando y más bien hace de director de orquesta, cuenta historias y pide aplausos— ofrece una velada llena de música en la plaza de una ciudad preciosa en el centro de Europa, y hace que la gente termine bailando, en una celebración del placer que la música nos da.
A todos sus críticos y haters: perdón pero, ¿que no era la idea?
*Por su interés reproducimos este artículo de Luis Alfredo López publicado en La Vanguardia de México.