Me llamó la atención, a sus años, verla sentada en aquel banco de piedra leyendo un libro. El hatillo de ropa a su lado la mostraba como mujer desamparada y lúcida. Me acerqué para preguntarle qué libro leía:
-Acabo de encontrarlo, casi deshecho, en ese contenedor. Y no hay más que estrellas en sus páginas, fotos de estrellas y algún que otro párrafo explicando el nombre de cada una y la distancia. Como no tengo sitio donde ir prefiero mirar estas claridades esperando mi estrella, que no ha de tardar y, hasta puede que ese día me descubran sobre la madera de un banco plácidamente, como hoy, recostada en la luz.
-Usted es poeta, le dije.
-No, apenas una anciana indigente con estrellas de papel en la mano.