Al amor se va solo y solo del amor se regresa. Cuando los dedos de la memoria buscan con ansia el tacto de aquella intensidad, descubren que únicamente queda el polen de una mariposa tibia que ha perdido el color y ya no vuela.
Cualquier hermosura se desangra. Después de las caricias los cuerpos se consumen y es preciso, entonces, encontrar una intimidad sin arrugas que perdure en el tiempo como un recién nacido que nunca crece porque nace a diario… La vejez de Rita y de Alfonso se entretiene en la madeja de las pasiones viejas, cuando darse la mano dejaba en la piel su intensa quemadura. Ahora viven en un piso de alquiler y el que primero se despierta, sacude la almohada para que el durmiente abra los ojos y amanezcan juntos con el beso. Se visten como si ellos estrenaran la mañana y dejan a su alrededor un hechizo de complicidades que enamora. Su secreto, esperar con paciencia las respuestas a las preguntas que aún les debe la vida.