Hoy: 23 de noviembre de 2024
Hay personas señaladas con el dedo de la magia, que tienen la chispa necesaria para ser diferentes, ser grandes desde muy pequeños porque parecen estar bendecidos con la habilidad que solo ellas poseen. Fue el caso de Messi, el astro argentino nacido en el barrio obrero de Rosario, que empezó a jugar al fútbol cuando tenía cuatro años.
Sus condiciones lo hacían único cuando tocaba una pelota. Pese a ser el más bajito de todos los jugadores, verlo en un campo en un partido ofrecía la oportunidad de disfrutar porque bailaba con el balón, jugaba con él hasta hacerlo arte.
En el colegio Liceo del Valle en Guadalajara algunos creen haber encontrado en Juan Álvaro al ‘Messi de México’. Con 6 años es el goleador de su equipo y demuestra ya unas habilidades portentosas propias de los que están señalados por la mano de Dios, pero la de verdad, no la que hizo famoso a
Maradona en un partido de cuartos de final de la Copa del Mundo entre Argentina e Inglaterra en 1986.
Aunque ya le conocen sus compañeros de equipo y el público, Juan Álvaro ha demostrado su habilidad y calidad con la pelota durante la última Copa Fortaleza de los colegios del Opus Dei en México. Cuando le llega el balón arranca desde el área pequeña y regatea a uno, dos y hasta tres jugadores rivales en un decidido ataque para acabar entregándola a un compañero que la cruza y hace gol.
Como Messi, Álvaro parece moverse por el campo con la pelota pegada, controlada, sin perderla de vista, acariciándola, para entregarla en un gesto que lo honra con una asistencia que vale un gol. Este es otro de esos detalles que definen a un buen jugador y un mejor compañero. La tentación después de una gran jugada podría haber sido finalizarla e intentar batir la portería, pero su visión de equipo es mayor y la deja para que otro culmine su brillante cabalgada.
A Messi lo animó a jugar al fútbol su abuela Celia, a la que la dedica todos sus goles mirando al cielo desde que falleció.
Cuentan que en un partido Messi chupaba banquillo, que era lo habitual porque era muy chiquito de estatura y su entrenador no acababa de confiar demasiado en él hasta que su abuela se encaró con él:
—¡Ponelo, ponelo, que te va a salvar el partido…! —gritaba la mujer.
Al final el míster cedió, Messi entró el terreno de juego y marcó dos goles. El final ya sabe: 10 ligas de España, 7 Supercopas de España, 7 Copas del Rey, 4 Champions League, 3 Supercopas de Europa, 3 Mundiales de clubes, 2 Ligas de Francia, 1 Supercopa de Francia, Los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo en Qatar.
En curioso que en Messi y en Álvaro haya una figura que los identifique: los abuelos, porque si el crack argentino tenía a Celia, el pequeño mexicano tiene detrás el apoyo incondicional de su abuelo, su primer
fan, del que ha podido heredar su afán competitivo y su visión para elegir la mejor opción, es decir, criterio y personalidad. Quizás por ello cuando llega a casa y la madre le pregunta por el partido, si han perdido Álvaro responde que “empataron”. La derrota no está en su diccionario.
Podemos estar ante el nacimiento de otro ídolo. Cualidades y maneras no le faltan.
Buenísima jugada