Porque le hubiera sido imposible superar las injusticias de la guerra civil española, don Ramón María del Valle Inclán murió el 5 de enero de 1936, pero antes, en los primeros años del siglo XX, se había presentado en la revista Alma Española como un intelectual de barba larga y largo pensamiento. Cuando habla en sus sonatas del marqués de Bradomín, señala que habían mandado celebrar misas por el eterno descanso de hombre tan eminente que era feo, católico y sentimental. Estaría pensando en sí o en los muchos que podíamos señalarnos con esas características.
Vinicius tiene la boca grande de reír y la boca más grande de las imprudencias. Se le nota a la legua que no está educado en la mesura y suelta cada disparate que sólo puede ser perdonado por su indiscutible valía. A nadie se debe ofender y nadie tiene por qué soportar las ajenas ofensas, pero Vinicius no termina de asumir que es negro y feo, además de excelente jugador. Las tres cosas entran en el mismo lote y es natural que no puedan separarse a la hora de la visión o del elogio.
El brasileño debe reírse ante las supuestas ofensas y dar así una lección de grandeza ante la grada de los envidiosos.