La majestad del águila cuando nos muestra la envergadura de sus alas, que terminan en puntas como dedos que se afilaran en el aire, nos remite necesariamente al Creador, que hace posible la extrema belleza de lo que vuela. La Biblia se fija en las águilas para destacar los vuelos del hombre:
“Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse”. Isaías 40.
Debió conocer el profeta que las águilas predicen las tempestades y antes de que lleguen los vientos más fuertes, se elevan por encima de ellos, colocando sus alas de tal modo que aprovechan la energía del ciclón para superar sin esfuerzo su altura acostumbrada: a las cumbres más altas llegan sin fatiga tras haber aprendido un baile nuevo.
¡Cuánta enseñanza nos dejan a los humanos para superar las tormentas!