Endemoniados

27 de enero de 2024
1 minuto de lectura
Stalin y el símbolo comunista

Ahora en Rusia no saben qué hacer con la momia de Lenin o cómo olvidar la sepultura de Stalin. El tiempo acaba señalando los azufres que envenenaron la vida de nuestros árboles, de tantos seres humanos como fueron asesinados por estos demonios que se encarnaron en las sociedades, engañando a los pueblos hasta añadir más eslabones a sus cadenas.

Sí, el Mal existe y se aloja en apariencias de hermosura para que caigamos en la trampa de creer en la máscara, sin permitir que podamos ver su rostro verdadero. Baudelaire bien lo advirtió a los escépticos: “La victoria del demonio es que ha hecho creer al mundo que no existe”. Y mientras, él se va diluyendo, como azucarillo, en la pasividad del mundo. El comunismo ha convertido en siervos irredentos a los venezolanos, bolivianos, ecuatorianos… profundos ramalazos en Argentina, Chile y Brasil, En España, apunta maneras y se viste de Dior entre sonrisas.

Como el peor virus, el comunismo muta sin que a los científicos les dé tiempo a descubrir nuevas vacunas que puedan defendernos.

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