Páginas Cosidas de Simone de Beauvoir

30 de julio de 2023
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Simone de Beauvoir. | Fuente: Wikimedia Commons

Es verdad que se necesita un cuidado indispensable para que nuestros hijos no lean todo aquello que caiga en sus manos, sobre todo si no conocemos profundamente su psicología y algunos libros, a destiempo, pueden retorcer sus voluntades.

Aunque es preferible, también, comentar con ellos los episodios que pueden ser interpretables o interpretarlos en una conversación provechosa.

Según los siglos, las advertencias y los miedos en la influencia de las lecturas, fue abriéndose paso, de distinta manera, la libertad en las ventanas de la inteligencia. Lo suyo no era prohibir, sino dialogar en lo prohibido.

Doña Beatriz de Ahumada, madre de Santa Teresa, leía los libros de caballerías a escondidas de su marido y con la complicidad de su hija, que llevaba dentro el batallar con el mundo para ganarse a Dios.

A Simone de Beauvoir le ocurrió algo parecido. Aunque tenía acceso a la biblioteca familiar, sus padres habían cosido prudentemente las páginas de aquellos libros que entendían pudiesen ser perniciosos para su hija adolescente. Abrir lo descosido suponía una temeridad porque se darían cuenta en seguida. Lo mejor, pensó ella, sería dialogar con sus padres y llegar a un acuerdo:

– ¿Me permitís que lea las páginas cosidas y, en dialogo con vosotros, compartimos y aprendemos juntos lo que pretendieron comunicar los autores y que a vosotros os parece irreverente?

Esa propuesta que hizo la filósofa y pensadora francesa a su familia llegó a buen puerto, ya que su búsqueda sobre igualdad y conocimiento la llevó a escribir un libro, entre muchos, por el que quizá sea más conocida: El segundo sexo.

No tuvieron tanto éxito sus influencias literarias, a mi modo de ver, porque compartió su vida con Jean Paul Sartre, feo, bajito y existencialista, que intentó convencer a su generación de las bondades nunca demostradas del comunismo humanista.

Tampoco Simone de Beauvoir alcanzó a comprender que el ser humano no es manipulable, sino trascendente y criatura de Dios, porque defendió, irresponsablemente, el aborto, llamado hoy eufemísticamente interrupción voluntaria del embarazo.

Pero de eso no tuvo la culpa la apertura de las páginas cosidas; más bien de que tenía cosida la voluntad y fue impotente para ver más allá de sus miopías.

Los libros son todos buenos, argumentaba Cervantes, pero sí puede ser conveniente educar en libertad a los que vayan a leerlos.

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