Hoy: 25 de noviembre de 2024
A todos nos ha pasado más de una vez el buscar las gafas o el móvil por todas partes sin caer en la cuenta que las llevamos puestas o estamos hablando por él. O de repente olvidar el nombre de alguien a quien tratamos con cierta frecuencia; lo tenemos en la punta de la lengua pero no acaba de salir. Algo que, según el ‘Estudio Sociológico de Memoria en mayores de 60 años en España’ desarrollado por Nutricia, se acentúa con la edad. Este tipo de despistes y olvidos están presentes en más del 65 por ciento de los mayores de 60 años, mientras que un 30% de los encuestados en la franja de los mayores de 75 años ha indicado que de vez en cuando se sienten desorientados y casi el 25% puede tener dificultades para seguir el hilo de la conversación o puede olvidar citas importantes ocasionalmente. Además, el 46 por ciento de los entrevistados se sienten apáticos o desganados en ciertas ocasiones.
En la mayoría de los casos, los encuestados no dan importancia a este tipo de situaciones que consideran algo normal asociado a su edad. Los ejercicios de memoria (80%) y la vida activa y ejercicio físico (63%) son las medidas más conocidas para frenar la evolución de estos olvidos entre las personas entrevistadas para este estudio. Mientras que el 37 por ciento de los encuestados ven la alimentación como una vía para frenar su evolución y el 26 por ciento tienen en cuenta la suplementación nutricional.
Los especialistas también coinciden: los despistes suelen ser episodios normales que se dan a lo largo de toda la vida y, con mayor frecuencia, a medida que avanza la edad. No obstante hay que estar atentos al momento en el que el declive cognitivo está por encima de lo que se considera normal para la edad y el nivel educativo de una persona, situación que los expertos apuntan que se puede relacionar con síntomas más asociados con el deterioro cognitivo leve (DCL).
El deterioro cognitivo leve se manifiesta con síntomas como: no recordar las fechas con facilidad, presentar menor destreza en las pequeñas tareas cotidianas, olvidar los nombres de personas o cosas conocidas, perder el hilo de las conversaciones o los pensamientos, experimentar cambios de comportamiento (se intensifica una sensación de apatía o desgana, los individuos se notan desorientados y hay pérdida de habilidades sociales), entre otros.
“Los olvidos o despistes son frecuentes en la población y la gran mayoría corresponden a lo que denominamos quejas subjetivas cognitivas (QSC). Algunas personas presentan problemas de memoria de suficiente entidad como para que sean detectados durante la evaluación médica. Estas alteraciones de memoria, u otros procesos cognitivos, persistentes con una evaluación objetiva que muestra alteración es lo que se denomina deterioro cognitivo leve (DCL). Su importancia radica en que entre un tercio y la mitad de las personas con DCL tendrán una dependencia funcional en los siguientes 5-7 años”, ha explicado el neurólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Guillermo García-Ribas.
En España, tres de cada diez personas mayores de 65 años lo presentan. Pero, ¿qué diferencia hay entre el deterioro cognitivo leve y la demencia? Fundamentalmente, el hecho de que la demencia estriba en el rendimiento funcional del individuo y afecta a la capacidad de desarrollar con normalidad e independencia las actividades de la vida diaria. Sin embargo, las personas con deterioro cognitivo leve no presentan deterioro funcional y, si lo hay, es mínimo y no impide la realización de actividades cotidianas. Los expertos indican que DCL puede llegar a evolucionar a demencia con los años, por lo que el diagnóstico precoz y los tratamientos para ralentizar su avance resultan clave de cara a preservar por más tiempo la calidad de vida.