Hoy: 22 de noviembre de 2024
En España es posible visitar nada menos que casi medio centenar de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El primero en ser inscrito en esta prestigiosa lista fue el conjunto de la Alhambra y el Generalife, en el año 1984. Un año en el que también recibieron ese reconocimiento la Catedral de Burgos, el centro histórico de Córdoba, el Monasterio y sitio de El Escorial en Madrid o algunas de las obras de Antoni Gaudí (siete en total desde 1984 a 2005, desde el Parque Güell al Palacio Güell, la Casa Milá, la Casa Vicens, la fachada de la Natividad y la cripta de la Sagrada Familia, la Casa Batlló y la cripta de la Colonia Güell).
Un año después vendrían la ciudad vieja de Ávila e iglesias extramuros, la ciudad vieja de Santiago de Compostela, la ciudad vieja y el acueducto de Segovia, la Cueva de Altamira o los monumentos de Oviedo y el Reino de Asturias. La lista se fue engrosando en años sucesivos con la arquitectura mudéjar de Aragón, la ciudad histórica de Toledo, la ciudad vieja de Cáceres, el Parque Nacional de Garajonay en La Gomera, la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias de Sevilla, la ciudad vieja de Salamanca o el Monasterio de Poblet. Así hasta completar los 49 lugares de esta lista que tuvo su último registro en 2021 con el Paseo del Prado y el Buen Retiro, paisaje de las artes y las ciencias.
Del 10 al 25 de septiembre, la capital de Arabia Saudí, Riad, acogerá la 45ª edición del Comité de Patrimonio Mundial de la Humanidad. El objetivo de la Unesco con este y otros congresos es declarar la protección de nuevos lugares como bienes artísticos y culturales. Hoy en día, España ocupa el cuarto puesto del planeta con más sitios bajo este sello. En concreto, 49. Solo Italia, China y Alemania están por encima, con 58, 56 y 51, respectivamente.
Curiosamente, en 2022, la ciudad rusa de Kazán iba a acoger el congreso de la Unesco. Sin embargo, tuvo que suspenderse por la invasión de Ucrania. La aniquilación de la población y la destrucción del patrimonio de este país por parte del Kremlin hizo reaccionar a las potencias europeas del Comité, que se opusieron con 46 votos a reunirse a las orillas del Volga. Pero la expulsión del delegado permanente de Rusia ante la Unesco, Alexander Kuznetsov, por parte de Putin, fue el paso definitivo que acabó con las aspiraciones de la nación de los Urales para acoger dicho evento cultural.
En lo que respecta al nombramiento de lugares como Patrimonio Mundial de la Humanidad, hay diez criterios principales en los que se basa la Unesco. Y estar en esta lista significa tener un distintivo especial que atraiga a turistas. Pero, ¿qué supone para un sitio este sello? ¿Es algo que queda como un aspecto simbólico o, realmente, lo catapulta a nivel económico?
Aunque la decisión de nombrar lugares como Patrimonio Mundial de la Humanidad es subjetiva, no es arbitraria. De hecho, los requisitos para obtener este galardón han aumentado.
Ante todo, la primera ventaja de conseguir dicho reconocimiento es la garantía de protección del patrimonio. En este caso, la UNESCO destina partidas específicas a las ciudades designadas o a los monumentos premiados dentro de estas.
Para ello, utiliza el Fondo del Patrimonio Mundial, una reserva financiera formada por las aportaciones obligatorias de los países miembros de la Convención de Patrimonio Mundial y por otras donaciones voluntarias. Un recurso que ayuda, especialmente, a los estados menos desarrollados en el cuidado de sus manifestaciones artísticas.
Ahora bien, ser Patrimonio Mundial de la Humanidad también se traduce en costes. Por ejemplo, la promoción y gestión del monumento designado, el desarrollo urbanístico que lo rodea y el aumento del turismo, que puede volverse masivo.
Esta perspectiva presenta un dilema: la declaración como patrimonio garantiza la conservación, pero, al mismo tiempo, su atracción a muchos turistas, que puede poner en peligro esa protección.
De todas maneras, tener, al menos, un Patrimonio de la Humanidad oficial significa para un estado dejar constancia de su huella cultural en la historia. Por eso, la mayoría de los países lucha por obtener dicho distintivo, que impulsa su imagen en el mundo.