Hoy: 23 de noviembre de 2024
China está pasando por la que puede ser su mayor oleada de casos de COVID-19 desde el inicio de la pandemia. Las UCI y las morgues del país asiático se encuentran colapsadas y el Gobierno ha iniciado una campaña de vacunación masiva como medida de contención.
La situación es crítica en pequeñas ciudades y pueblos del país. En Beijing, las unidades de cuidados intensivos rechazan ambulancias, los familiares de los enfermos buscan camas libres como sea, y los pacientes yacen en los bancos de los pasillos de los hospitales y tirados en el suelo por la falta de espacio.
La provincia industrial china de Hebei, 70 kilómetros al suroeste de Beijing, fue el epicentro de los primeros brotes de COVID-19 ocurridos a finales del año 2019, justo antes del inicio de la pandemia. Ahora, y tras la relajación de las medidas sanitarias interpuestas por el gobierno chino, vuelve a ser uno de los centros neurálgicos de la actividad del virus.
La vida social y económica volvió a la provincia china hace escasos unos meses y nadie presagiaba la situación crítica que empezaba a cocerse en los hospitales y crematorios de Hebei. Actualmente, los ancianos inundan las salas de espera y las pocas camas que quedan libres de los centros hospitalarios, lo que alerta a China de lo que podría extenderse al resto del país.
Hasta el momento, el Gobierno chino ha informado solo siete muertes desde que las restricciones se relajaron durante el último mes. Esto ha elevado el número oficial de muertos en el país a 5241, desde el inicio de la pandemia. Con respecto a esto, un funcionario de salud dijo que China solo cuenta las muertes por neumonía o insuficiencia respiratoria en su número oficial de muertes por COVID-19.
Por su parte, los expertos han pronosticado entre un millón y 2 millones de muertes en China el próximo año, y la Organización Mundial de la Salud advirtió que la forma de contar de Beijing “subestimaría el verdadero número de muertos”. Como ejemplo de este problema se encuentra el relato de un trabajador de una funeraria que estimó que está quemando entre 20 y 30 cuerpos por día, frente a los tres o cuatro que quemaba antes de que se relajaran las medidas contra el COVID-19.
Junto con esta tendencia a subestimar datos, China ha decidido no publicar las cifras diarias de casos y muertes por COVID-19, sin ofrecer ninguna explicación al respecto. El día de Navidad, la Comisión Nacional de Salud (NHC), puso fin a una práctica que comenzó a principios de 2020. Incluso, Beijing admitió la semana pasada que la gran escala del brote hace “imposible” el rastreo, tras la eliminación de las pruebas masivas obligatorias.
En las redes sociales, los chinos respondieron a la decisión del NHC con cinismo, señalando su discrepancia con las cifras oficiales al observar la situación que se vive dentro de sus familias y círculos cercanos. “Finalmente, están despertando y dándose cuenta de que ya no pueden engañar a la gente“, escribió un usuario en la red social Weibo.
Medio millón de personas en una sola ciudad china se infectan con COVID-19 todos los días, según un funcionario de salud. Estos datos llegan tras una ola de incertidumbre y censura que acecha a las estadísticas oficiales de contagios en el país.
Este mes, China ha desmantelado rápidamente los pilares clave de su estrategia cero COVID, eliminando las cuarentenas y las restricciones de viajes. Sin embargo, un medio de comunicación operado por el gobernante Partido Comunista en Qingdao informó se estaban viendo “entre 490.000 y 530.000” nuevos casos de COVID por día.
Bien es sabido que el gobierno de China mantiene un estricto control sobre los medios de comunicación del país, con legiones de personas en línea disponibles para eliminar contenido considerado políticamente sensible.
La mayoría de las publicaciones dirigidas por el gobierno han minimizado la gravedad de la ola del país y, en cambio, describen el cambio de las políticas restrictivas como lógicas y controladas
Sin embargo, algunos medios se han atrevido a denunciar la escasez de medicamentos en las farmacias y la situación de presión asistencial de hospitales y crematorios.
Ante esta situación, la única medida del gobierno chino ha sido iniciar campañas masivas de vacunación. Las autoridades asiáticas van de puerta en puerta y pagan a personas mayores de 60 años para que se vacunen contra el COVID-19. Esto ocurre debido a que, cuando las personas oyen hablar de los posibles efectos secundarios de las vacunas fabricadas en el país (las únicas disponibles), se niegan rotundamente a inocularse dichos preparados.
Fuentes consultadas: Associated Press