El conflicto de ETA y las negociaciones de Argel: crónica de un declive forzado

5 de diciembre de 2025
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La firmeza del Estado, sin ceder a las exigencias políticas y manteniendo la presión policial y judicial, demostró ser la estrategia más efectiva

I. Introducción: El contexto del auge y la búsqueda de una salida

La historia del terrorismo de ETA está intrínsecamente ligada al papel que diversos actores internacionales y nacionales jugaron en su auge y, finalmente, en su declive. A mediados de los años 80, la organización armada alcanzó una capacidad operativa sostenida, en gran parte gracias a la tradicional benevolencia de Francia, que servía como un «santuario» para los etarras huidos y como cantera para formar nuevos comandos. En este período, por cada terrorista detenido en España, dos o más lograban refugiarse en suelo francés.

Sin embargo, a partir de 1984, se inicia un punto de inflexión. El gobierno socialista de Felipe González en España, con el ministro del Interior José Barrionuevo, comenzó a forjar una cooperación antiterrorista más estrecha con el gobierno francés. Este cambio se aceleró con la llegada del conservador Jacques Chirac a la jefatura del gobierno francés (periodo de «cohabitación») y el nombramiento de ministros como Charles Pasqua y Robert Pandraud, que adoptaron una postura mucho más dura contra ETA. La colaboración policial y judicial se intensificó, culminando en las primeras extradiciones a España y deportaciones a terceros países.

A nivel interno, la presión policial española crecía, aumentando la eficacia en la desarticulación de comandos y sus estructuras de apoyo. Además, el panorama político vasco se tornó desfavorable para la banda tras el Pacto de legislatura PNV-PSE de 1985, que establecía que las cuestiones políticas debían negociarse exclusivamente entre las fuerzas con representación parlamentaria, aislando así a la coalición proetarra Herri Batasuna (HB).

Es en este contexto de creciente aislamiento y presión que Domingo Iturbe Abasolo, alias Txomin, líder histórico de ETA, reconoció el límite de la violencia terrorista y expresó su deseo de negociar, resumiendo la situación con la frase: «Vamos a negociar ahora que tenemos algo que negociar».

II. Las conversaciones de Argel: del inicio al colapso

Las conversaciones secretas se iniciaron en Argelia en 1986, en el marco de un acercamiento estratégico entre España y el gobierno argelino, impulsado por intereses energéticos y la situación en el Sáhara Occidental. En septiembre de 1986, Txomin fue trasladado a Argelia tras una deportación inicial a Gabón.

El gobierno español, a través del general argelino Lakhal (jefe de la inteligencia militar), fue informado de la llegada de Txomin y, para canalizar el diálogo, estableció una estructura de tres niveles de interlocución, siendo el más alto responsabilidad del entonces secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera.

Los contactos iniciales con Txomin

El primer contacto, delegado en el abogado Jorge Argote, reveló la reticencia y desconfianza de Txomin, quien exigió un interlocutor de más alto rango. En reuniones posteriores, ya con Julián Sancristóbal (antiguo director de Seguridad del Estado) como interlocutor, Txomin mostró una mayor flexibilidad, llegando a considerar el Estatuto vasco como un posible «punto de partida». Incluso solicitó el traslado de Eugenio Etxebeste, alias Antxon, otro dirigente de la banda deportado en Ecuador, para abordar los temas políticos.

Sin embargo, este incipiente proceso se desarrolló en medio de una intensa violencia por parte de ETA, con atentados sangrientos del Comando Madrid, incluyendo el asesinato de cinco guardias civiles en la calle Juan Bravo y el atentado de la Plaza de la República Dominicana, que causó 12 muertos. Estos actos de terrorismo generaban un «ambiente irrespirable» en el País Vasco y demostraban que una parte de la banda seguía decidida a mantener la lucha armada.

La muerte de Txomin y la llegada de antxon

El 27 de febrero de 1987, Domingo Iturbe Abásolo (Txomin) murió en Argelia en circunstancias no aclaradas oficialmente (la versión del gobierno argelino fue un accidente de tráfico, aunque fuentes extraoficiales apuntaban a una caída fatal mientras estaba en un tejado). Rafael Vera incluso mantiene la «sospecha» de que su muerte pudo ser un asesinato interno, motivado por el sector de la banda que se oponía a su iniciativa de diálogo.

La muerte de Txomin fue un duro golpe para las expectativas de diálogo. En este nuevo escenario, Eugenio Antxon fue trasladado a Argelia en julio de 1987, como parte de un compromiso de Argel de expulsar a los etarras si las conversaciones fracasaban.

El consenso político y el secuestro de Revilla

Ante la incertidumbre, el Gobierno de Felipe González, impulsado por el ministro Barrionuevo y Txiki Benegas, buscó un amplio consenso político nacional contra el terrorismo. Esto se materializó en el Pacto de Madrid (noviembre de 1987) y el posterior Pacto de Ajuria Enea (enero de 1988) en el País Vasco. Estos pactos establecieron la deslegitimación de ETA y reafirmaron que solo la representación política legítima discutiría las reivindicaciones.

No obstante, el proceso se vio inmediatamente dinamitado por el secuestro del industrial Emiliano Revilla en febrero de 1988, forzando la interrupción de los contactos.

La mesa de Argel y la ruptura final

Con José Luis Corcuera como nuevo ministro del Interior y Vera como Secretario de Estado para la Seguridad, se reanudaron los contactos en 1989. El Gobierno, con el respaldo unánime de los partidos, estableció la línea roja de que no se negociarían cuestiones políticas, limitando el diálogo a la solución del abandono de la violencia y las condiciones de los miembros de la organización.

En la primera reunión de la «Mesa de Argel» (14 de enero de 1989), con Antxon y otros etarras como interlocutores, Vera y Juan Manuel Eguiagaray (delegado del Gobierno en Murcia) se sentaron frente a la delegación de ETA. Los interlocutores del Gobierno se armaron con la Constitución y el Estatuto vasco. A pesar de que Antxon parecía dispuesto a una prórroga de la tregua, su autoridad era limitada, y hubo amenazas de muerte directas contra Vera.

Las siguientes reuniones evidenciaron la inflexible dureza de Herri Batasuna (HB), que ejercía una fuerte presión sobre Antxon y exigía que las conversaciones se convirtieran en «negociaciones» políticas y el desmantelamiento del Pacto de Ajuria Enea. El ministro Corcuera se vio obligado a realizar una última visita a Argelia para exigir a las autoridades argelinas el cumplimiento de su compromiso de expulsar a los etarras en caso de fracaso del diálogo.

Finalmente, ante la constante violencia de ETA y la intransigencia de su entorno político, el gobierno español dio por finalizado el proceso.

III. Conclusión: El triunfo de la firmeza democrática

El 10 de abril de 1989, el Gobierno español emitió un comunicado dando por finalizado el proceso de Argel. A pesar del fracaso del diálogo para detener la violencia, Argelia cumplió su compromiso y expulsó a Antxon y a otros etarras refugiados en su suelo hacia la República Dominicana.

Las conversaciones de Argel, a pesar de no lograr la paz en ese momento, representaron un punto de inflexión. Mostraron la falta de voluntad de ETA para dejar de matar y pusieron en evidencia a la organización frente a sus antiguos aliados internacionales. Un pistolero de ETA reconoció años más tarde que se equivocaron al provocar el fracaso, considerándola «la mejor oportunidad que hemos tenido para acabar con esto».

En retrospectiva, la lucha contra el terrorismo de ETA en este periodo se basó en dos pilares fundamentales: la creciente colaboración internacional (especialmente de Francia) y el consenso político interno (Pactos de Madrid y Ajuria Enea) que deslegitimó las pretensiones políticas de la banda. La firmeza del Estado, sin ceder a las exigencias políticas y manteniendo la presión policial y judicial, demostró ser la estrategia más efectiva, llevando finalmente al declive y posterior disolución de la organización terrorista

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