Después del festín de Acción de Gracias, muchos disfrutamos tanto las sobras como la comida del día principal. Sin embargo, surge la pregunta: ¿hasta cuándo son seguras para comer? Benjamin Chapman, profesor de seguridad alimentaria en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, admite que en su casa las sobras del pavo y las guarniciones duran varios días. “Después de la cena, nos volvemos un poco perezosos y todos calientan algo en el microondas”, dice. Pero Chapman, experto en seguridad alimentaria, se asegura de que todo se guarde correctamente para poder disfrutar de esas sobras sin riesgos.
Según las pautas de seguridad alimentaria de Estados Unidos, la mayoría de las sobras refrigeradas —pavo cocido, gravy, puré de papas, relleno y postres típicos como tarta de calabaza— deben consumirse en un plazo de tres a cuatro días. Esto significa que el lunes siguiente a Acción de Gracias, esas sobras deberían haberse acabado o estar en el congelador. Algunas excepciones incluyen pasteles de fruta, que pueden mantenerse a temperatura ambiente uno o dos días, o hasta una semana en el refrigerador. El pan envasado dura entre 14 y 18 días fuera del refrigerador, mientras que el casero apenas cinco días. La salsa de arándanos hecha en casa puede durar hasta 10 días en refrigeración, y la versión enlatada entre una y dos semanas. Por su parte, las sobras congeladas son seguras indefinidamente, aunque lo ideal es consumirlas en dos a seis meses para mantener sabor y textura óptimos.
Lo más importante no es solo el tiempo, sino cómo se manipulan los alimentos. Barbara Kowalcyk, experta en seguridad alimentaria, recomienda no dejar las sobras fuera del refrigerador más de dos horas y utilizar recipientes poco profundos para que se enfríen rápidamente. Además, recalentar las sobras a más de 73 °C (165 °F) asegura que bacterias como la listeria sean eliminadas, especialmente importante para embarazadas, mayores de 65 años o personas inmunodeprimidas, según el Diario de Chihuahua.
No siempre es fácil identificar alimentos en mal estado solo con la vista. Un olor extraño, textura viscosa o moho son señales claras de que es hora de desecharlos. Por ejemplo, el pan casero puede ponerse rancio rápido, y el pavo o el gravy pueden cambiar de olor o consistencia si las bacterias han empezado a proliferar. Snyder, profesora de seguridad alimentaria, resume la regla de oro: “En caso de duda, tíralo”. No vale la pena arriesgarse a una intoxicación alimentaria, que puede provocar vómitos, diarrea o malestar estomacal justo en medio de las festividades.
Con refrigeración adecuada, prácticas de manipulación segura y atención a las señales de deterioro, las sobras pueden seguir siendo un deleite varios días después de la gran cena, sin poner en riesgo tu salud.