Partamos de la historia de José y la mentirosa mujer de Putifar
José, el inocente. La mujer de Putifar (Zulekha), la mentirosa. La historia antigua del esclavo hebreo en Egipto no es solo un relato bíblico; es un espejo de la injusticia judicial y social de todos los tiempos. Este drama es el ejemplo más prístino de cómo un hombre puede perder su libertad y ser condenado por la falsedad de una acusación. La mujer de Putifar (Zulekha) urdió una mentira para encarcelar a José, acusándolo falsamente de un crimen sexual que jamás cometió. Debido a la alta posición social de ella y de su esposo, la acusación fue tomada como verdad absoluta. Este caso se erige como una parábola atemporal sobre cómo el fraude en la denuncia puede llevar a un castigo brutal e inmerecido, sin un juicio justo, simplemente por el peso de la autoridad que respalda la falsedad.
José había llegado a Egipto vendido por sus propios hermanos y fue adquirido por Putifar. Este hombre no era un amo cualquiera, sino una figura de altísimo poder: un oficial del Faraón y, crucialmente, el Capitán de la Guardia Real. Esto significa que Putifar era responsable de la seguridad personal del monarca y estaba a cargo de la prisión estatal.
La capacidad y la suerte de José eran tan evidentes que Putifar le confió absolutamente toda su casa, elevando a un simple esclavo a la posición de mayordomo principal. Además de ser un administrador competente, José era «de hermoso semblante y bella presencia». Fue esta combinación de cualidades lo que, paradójicamente, lo puso en la mira de una tentación devastadora.
El destino de José cambió cuando la mujer de Putifar (Zulekha) «puso sus ojos en José» y le propuso: «Duerme conmigo» (Génesis 39:7).
En la sociedad egipcia de la época, la poligamia era común para hombres de alto rango como Putifar, por lo que la mujer de Putifar (Zulekha) probablemente era la esposa principal o de mayor estatus. El poder que emanaba de esta posición social fue un factor determinante en los eventos subsiguientes.
La propuesta no fue un incidente aislado, sino un acoso persistente y diario. Pero José, un hombre de profunda fe e integridad, rechazó categóricamente las insinuaciones, explicando que no podía traicionar a su amo ni cometer un acto que consideraba una gran falta moral y espiritual. Su integridad personal se mantuvo firme.
El clímax de esta confrontación ocurrió un día, cuando José entró a la casa y la mujer de Putifar (Zulekha) se aseguró de que el lugar estuviera completamente aislado: «no había ninguno de los hombres de la casa allí» (los sirvientes y esclavos varones).
Es crucial entender que en el antiguo Egipto, las personas no usaban camisetas y pantalones, sino túnicas largas o mantos que cubrían el cuerpo.
Viendo su oportunidad, la mujer de Putifar (Zulekha) actuó de forma agresiva: lo sujetó con fuerza por su manto, la prenda que cubría gran parte de su cuerpo, e insistentemente le imploró: «¡Acuéstate conmigo!».
Ante esta agresión sexual, la reacción de José fue huir. Para poder escapar, se zafó de su agarre a costa de su propia vestimenta. Al hacer esto, dejó su túnica exterior en las manos de la mujer, quedando él desnudo o en un estado de vulnerabilidad extrema, y salió huyendo al exterior.
La mujer, despechada y humillada por el rechazo de un esclavo, inmediatamente orquestó la vil traición. Usando el manto de José como «prueba» y simulando ser la víctima, gritó y llamó a los sirvientes, acusando falsamente a José. La frase utilizada fue la de una víctima: «Él abusó de mí sexualmente», o su equivalente en la época, diciendo a su esposo que José «vino a mí para acostarse conmigo».
La túnica en su mano se convirtió en el elemento clave de su calumnia: un fraude que simula la defensa propia.
Luego repitió el mismo engaño y la mentira ante su esposo. Cuando Putifar, con su orgullo herido y su estatus en juego, escuchó la versión de su esposa, su furia se encendió. La palabra de la mujer de Putifar (Zulekha), la esposa principal de un hombre poderoso, fue suficiente para dictar sentencia. No se realizó ninguna investigación ni se le dio a José la oportunidad de defenderse.
Como resultado de la falsa acusación y el fraude de la mujer de Putifar (Zulekha), José fue encarcelado y condenado a la prisión real.
El hombre que había actuado con la más alta integridad fue vilmente acusado y su recompensa por resistir la tentación fue la oscuridad de una celda. José fue el primer inocente en esta narrativa histórica en perder su libertad por la mentira de una mujer, pagando con su encarcelamiento el precio de su fidelidad.
Esta historia es un recordatorio agudo de cómo la mentira puede anular la verdad y cómo la rectitud moral es castigada cuando la posición social y el capricho se imponen sobre la justicia.
La historia, sin embargo, no termina con la injusticia. Aunque José perdió su libertad, su integridad fue recompensada de forma práctica en la prisión. El texto afirma que la ayuda divina lo acompañó: se ganó el favor del jefe de la cárcel y ascendió a administrador de todos los presos, transformando su castigo en una posición de influencia clave para su eventual liberación y ascenso al poder en todo Egipto.
El relato de José y la esposa de Putifar no es solo una anécdota antigua; es una advertencia histórica y una guía ética para el presente. Su principal lección se divide en dos llamados urgentes:
La historia nos recuerda que, incluso en la antigüedad, el fraude existía. No condenen a un José de la Biblia por la mentira de una mujer de Putifar (Zulekha) moderna.
«Más peligroso que el criminal es el fiscal que acusa por la mentira de una mujer, y el juez que condena por la histeria de una mujer, pues ejecutan la injusticia con la ley en la mano.»
(Crisanto Gregorio León)
Doctor Crisanto Gregorio León
Abogado, Ex Sacerdote y Profesor Universitario