El corazón trabaja sin descanso. Cada latido impulsa la sangre y nos mantiene vivos. Por eso, cuidarlo no es opcional. Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte en Estados Unidos. La genética importa, pero la alimentación diaria tiene un impacto enorme.
No se trata de buscar un “alimento milagroso”. La clave está en el patrón de la dieta. Las autoridades como la American Heart Association (AHA) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) coinciden: más frutas, verduras, granos integrales, legumbres, frutos secos y semillas. Proteínas magras como pescado, pollo sin piel o soya. Aceites vegetales en lugar de mantequilla o grasas saturadas. Y menos azúcares añadidos, sodio y ultraprocesados.
Existen modelos con evidencia sólida. La dieta DASH y la Mediterránea son ejemplo de esto. Ambas ayudan a reducir la presión arterial y mejoran el perfil cardiometabólico. DASH incluye frutas, verduras, lácteos bajos en grasa y granos integrales, con reducción de sodio. La Mediterránea enfatiza aceite de oliva, pescado, verduras y frutos secos, evitando carnes procesadas y azúcar. Lo que comparten es simple: más alimentos frescos y menos procesados, según ha publicado Diario Las Américas.
Adoptar estas pautas no es complicado. Empieza por llenar la mitad del plato con frutas y verduras. Añade granos integrales y proteínas magras. Cocina en casa cuando sea posible. Usa hierbas, especias, cítricos o vinagre en lugar de sal. Revisa etiquetas y elige productos con poca sal y sin azúcares añadidos.
Incorpora pescado graso una o dos veces por semana. Alterna con legumbres, tofu o pollo sin piel. Sustituye mantequilla y aceite de coco por aceite de oliva o canola. Come frutos secos y semillas como snack saludable. Reduce azúcares añadidos, sodio y carnes procesadas.
Planificar menús ayuda a mantener estos hábitos. Por ejemplo, un bowl de granos con verduras y legumbres; un salteado de vegetales con tofu; o pescado al horno con ensalada. Cocina por tandas: una olla de legumbres o granos para varios días. Mantén las bebidas simples: agua, café o té sin azúcar.
Comer de manera consciente marca la diferencia. Toma porciones adecuadas. Mastica despacio y disfruta la saciedad. Evita comer frente a pantallas. Este enfoque no solo cuida tu corazón, también mejora tu bienestar general.
Seguir estas recomendaciones reduce el riesgo cardiovascular. Si tienes hipertensión, diabetes o colesterol alto, consulta con un profesional. Adaptar la alimentación a tus necesidades es la mejor inversión en tu salud. Alimentar al corazón mantiene la fuerza que nos mueve cada día.