Durante años se ha recomendado priorizar la fruta entera frente al jugo de naranja por su contenido en azúcares libres y su relación con el riesgo de obesidad. Sin embargo, nuevas investigaciones están aportando matices y señalan que el consumo regular de jugo de naranja también puede tener efectos positivos sobre la salud.
Un estudio reciente ha demostrado que beber jugo de naranja de forma habitual influye en la actividad de miles de genes en las células del sistema inmunitario. Muchos de estos genes están implicados en el control de la presión arterial, la inflamación y el metabolismo del azúcar, factores clave para la salud cardiovascular.
En la investigación, adultos que consumieron 500 mililitros diarios de jugo de naranja pasteurizado durante dos meses mostraron una menor activación de genes asociados al estrés, la inflamación y la hipertensión, como NAMPT, IL6, IL1B y NLRP3. También se redujo la actividad del gen SGK1, relacionado con la retención de sodio, lo que ayuda a explicar la bajada de la presión arterial observada en estudios previos.
Los científicos apuntan a que estos efectos podrían deberse a compuestos naturales presentes en la naranja, especialmente la hesperidina, un flavonoide con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Aunque el jugo eleva el azúcar en sangre, también parece activar mecanismos que favorecen la relajación de los vasos sanguíneos y reducen la inflamación.
Los efectos no son iguales en todas las personas. En individuos con mayor peso se observaron cambios más marcados en genes relacionados con el metabolismo de las grasas, mientras que en personas más delgadas destacaron los efectos antiinflamatorios. Revisiones de estudios clínicos también han hallado mejoras en la resistencia a la insulina, el colesterol y, en menor medida, en la presión arterial.
Además, el jugo de naranja puede influir en la microbiota intestinal y en la función de los vasos sanguíneos, especialmente en personas con sobrepeso, obesidad o síndrome metabólico. Aunque los beneficios son modestos, los expertos subrayan que pequeñas mejoras mantenidas en el tiempo pueden reducir de forma significativa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.