En España, los especialistas en hematología lanzan una advertencia clara: el linfoma está en aumento. Según datos de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) y del Grupo Español de Linfomas y Trasplante Autólogo de Médula Ósea (GELTAMO), para 2026 se esperan unos 12.000 nuevos diagnósticos. Una cifra que preocupa, pero que también se acompaña de avances médicos que ofrecen esperanza.
Los tres tipos más frecuentes marcarán la estadística. El linfoma difuso de células B grandes sumará más de 4.000 casos. El linfoma folicular rondará los 2.600. Y el linfoma de Hodgkin superará los 1.700. Cada uno con características distintas, pero todos bajo la misma realidad: son cánceres que afectan al sistema linfático.
El linfoma aparece cuando ciertos linfocitos se multiplican sin control. Esto provoca la formación de bultos en los ganglios. El sistema linfático, que protege al cuerpo frente a infecciones, se ve entonces afectado. Existen más de 60 variantes, pero se clasifican en dos grandes grupos. Por un lado, el linfoma de Hodgkin, con buen pronóstico en la mayoría de los casos. Por otro, los linfomas no Hodgkin, que pueden ser agresivos o crecer de forma lenta.
El 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Linfoma. Una jornada impulsada por Lymphoma Coalition que busca concienciar a la población. El mensaje es claro: conocer los síntomas salva vidas. Detectar a tiempo es la clave para mejorar la supervivencia.
Los especialistas insisten en estar atentos a señales como ganglios inflamados en cuello, axilas o ingles que no desaparecen. También fiebre prolongada sin causa aparente, sudores nocturnos, pérdida rápida de peso, cansancio extremo o picor persistente sin lesiones visibles en la piel. Son señales que deben llevar a una consulta médica inmediata.
El presidente de GELTAMO, Armando López, subraya que cada vez más personas superan un linfoma o logran convivir con él durante años. Esto se debe a los avances en tratamientos, diagnósticos más precisos y ensayos clínicos que buscan terapias más efectivas y menos agresivas que la quimioterapia tradicional.
El reto sigue siendo la concienciación social. No ignorar los síntomas. No retrasar la consulta médica. Y seguir apoyando la investigación, que ya está abriendo nuevas puertas. El futuro, aunque desafiante, ofrece una perspectiva optimista para miles de pacientes en España.