Aunque el verano nos invita a disfrutar del sol, también aumenta el riesgo de estar deshidratado. Muchas veces no sentimos sed, pero nuestro cuerpo ya está perdiendo líquidos. Niños, personas mayores y deportistas son los más vulnerables en los días de calor intenso. Incluso personas saludables pueden deshidratarse si no reponen líquidos adecuadamente.
Según la doctora Ana Tapias Martínez, del Hospital Gregorio Marañón, la subida de temperatura provoca que sudemos y respiremos más, perdiendo agua constantemente. “Solemos beber lo mismo que en otras estaciones, pero nuestras pérdidas aumentan. Por eso, la deshidratación puede aparecer silenciosamente”, explica la especialista.
Según ha informado Infosalus, la deshidratación puede empezar con síntomas simples pero reveladores: sed intensa, boca seca y dolor de cabeza. Si no se corrige, pueden aparecer fatiga, mareos, visión borrosa, orina oscura o escasa, calambres musculares y, en casos graves, confusión o desmayo.
Niños y mayores son especialmente vulnerables, porque su cuerpo no siempre “avisa” con sed. También deben prestar atención las personas con enfermedades crónicas como diabetes o problemas renales, así como quienes hacen ejercicio intenso o trabajan al aire libre. La doctora Tapias recuerda que la recomendación general de 2 a 2,5 litros diarios puede quedarse corta en verano, y la cantidad necesaria varía según edad, peso, actividad y clima.
Beber de forma regular a lo largo del día, combinar agua con frutas y verduras, y limitar bebidas alcohólicas o con cafeína, ayuda a mantener la hidratación. Además, cambios bruscos de temperatura, como pasar del calor al aire acondicionado, pueden enmascarar la sed y los síntomas de deshidratación.
Mantenerse bien hidratado evita malestares inmediatos y protege la salud a largo plazo. Prestar atención a las señales del cuerpo y beber regularmente son pasos sencillos pero efectivos para cuidar de nosotros mismos y de quienes más lo necesitan.