Una de cada tres personas en Europa ha sufrido alguna forma de discriminación por su edad. En España, la mitad de la población percibe que los mayores de 55 años son víctimas habituales de actitudes edadistas. Con este panorama como telón de fondo, y en vísperas del Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez (15 de junio), la Fundación La Caixa lanza un taller pionero para romper con este prejuicio enquistado: el edadismo.
El programa, que se desplegará en 40 centros de mayores de la Comunidad de Madrid, no busca solo ponerle nombre a un problema. Su objetivo es más ambicioso: concienciar, empoderar y movilizar a quienes lo sufren.
El punto de partida de este nuevo taller es tan sencillo como revolucionario: el lenguaje importa. Y con él, las palabras que invisibilizan, minimizan o ridiculizan a las personas mayores. De ahí que esta propuesta surja a raíz del reciente Glosario sobre edadismo, una publicación participativa que recopila expresiones cotidianas cargadas de condescendencia o desprecio hacia la vejez. Palabras que, a menudo sin intención, reproducen la discriminación.
Este glosario no se queda en el diagnóstico. Es una herramienta para reflexionar sobre cómo hablamos de las personas mayores… y cómo eso influye en cómo las tratamos.
El nuevo taller propone espacios seguros de reflexión, donde las personas mayores puedan compartir experiencias, identificar situaciones de edadismo y desarrollar estrategias para gestionarlas con autonomía y autoestima.
Pero además va un paso más allá: impulsa acciones comunitarias de sensibilización, en clave intergeneracional, para que no solo los mayores, sino también los más jóvenes, entiendan que la edad no es un límite, ni una amenaza, ni una excusa para apartar, infantilizar o subestimar.
Con esta propuesta, la Fundación La Caixa reafirma su compromiso con el envejecimiento activo, el respeto y la participación de las personas mayores en la vida social. El edadismo no es un insulto, es una forma de violencia. Y como tal, merece ser señalada, desmontada y erradicada.
Porque envejecer no debería ser motivo de burla ni de lástima, sino un derecho vivido con plenitud y dignidad.