Hoy: 22 de noviembre de 2024
España sí puede sufrir un tsunami; como cualquier región del planeta situada al borde de una falla continental (entre las placas euroasiática y africana). Eso sí, la probabilidad de olas de gran magnitud es extremadamente baja; la menos, así lo indica José Manuel Martínez Solares, jefe del área de Riesgo Sísmico del Instituto Geográfico Nacional. De hecho, no se produce un maremoto de cierta importancia desde hace cientos de años, y se espera que pasen otros cientos hasta que vuelva a producirse, según Muy Interesante.
Pese a la información oficial, estos días nos hemos encontrado con una información emitida por un investigador del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria, Ignacio Aguirre, durante la conferencia ‘Tsunamis’ el pasado 3 de julio, en el marco de unas charlas de verano ofrecidas por la institución. En esta charla, el geógrafo afirmaba que “hay una gran amenaza de tsunami en España”, en declaraciones recogidas por la agencia de noticias Europa Press, y alertaba a las autoridades para cartografiar las zonas de riesgo e instruir a la población para saber cómo actuar ante “la capacidad devastadora brutal de los tsunamis”.
Por su parte, José Manuel Martínez Solares asegura, en una conversación con MUY INTERESANTE, que los terremotos marinos de magnitud considerablemente alta (de magnitud entre 6 y 7 o superior) que puedan afectar a la península ibérica se producen aproximadamente cada 1.500 o 2.000 años.
“Desde el terremoto de Lisboa (de magnitud 8,5) que asoló las costas españolas de Cádiz y Huelva en 1755, no se ha producido otro tsunami de las mismas proporciones en toda las historia, al menos, no con anterioridad al año 1000” explica.
“En otras zonas del planeta, la probabilidad de tsunami es mayor, y es posible que la frecuencia sea de unos 250 años. Pero no en España. No veremos próximamente un tsunami, ni tampoco nuestros hijos”, sentencia.
Con posterioridad al desastre de Lisboa, que dejó 2.000 muertos con el tsunami como causa directa, y otros 60 a consecuencia del terremoto, ha podido producirse algún tsunami imperceptible; el más grave de ellos, si acaso, se produjo en 2003, producido por el terremoto de Argelia, sin más daños que algunas embarcaciones en la costa de Menorca.
Pese a lo que parece extraerse de las palabras de Ignacio Aguirre, en España sí existe un protocolo de actuación en caso de tsunami, incluso a pesar de la baja probabilidad de que se produzca. Como cuenta Martínez Solares, hace 7 años que el Congreso de los Diputados solicitó la formación de dicho protocolo. “Tenemos ejemplos de desastres como el terremoto y tsunami de Japón en 2011, o el terremoto de Sumatra en 2004”, explica. “A partir de entonces, se encargó un protocolo de actuación que estamos perfeccionando, que por cierto es bastante difícil de elaborar”, nos cuenta.
En esencia, la responsabilidad del IGN es avisar a las autoridades si se detecta un maremoto. Con la tecnología actual, ya es posible avisar a los Gobiernos solo 2 minutos después de realizar la detección. A partir de entonces, se cuenta con unos 30 a 45 minutos para avisar a la población y realizar las evacuaciones que sean necesarias.
Si en España la probabilidad de sufrir un tsunami de gravedad se establece en una vez cada 1.500-2.000 años, cabe preguntarse por qué en otras regiones del planeta los terremotos y maremotos son más intensos y frecuentes.
Partiendo del hecho de que España y Portugal se sitúan al borde de una falla continental, entre las placas euroasiática y africana (en concreto, se encuentra situada más o menos en el estrecho de Gibraltar), ello no debería minimizar el riesgo de terremotos y tsunamis debido a los movimientos de subducción de las placas tectónicas. No obstante, la clave no está en la localización geográfica, sino en las características de la falla. Como explica José Manuel: “Nuestra placa se mueve de 2 a 3 milímetros al año, mientras que otras lo hacen de 10 a 15 centímetros cada año”; eso supone que el movimiento es 50 veces menor que otras zonas, como Japón, Chile o Sumatra.
“Cuanto más se mueven las placas, más energía acumulan; llega un momento en el que no pueden acumular más y entonces toda esa energía se libera bruscamente, produciéndose un terremoto, que puede darse en el mar (maremoto) y provocar un tsunami (olas de considerable tamaño que rompan en la costa arrasando ciudades y entorno natural).
En el reportaje Nuestra primera línea de defensa, escrito por Cristina Sáez, en el número 403 de Muy Interesante, se recogen también las palabras de Gemma Ercilla, experta en geología marina del Instituto de Ciencias del Mar, en Barcelona: “Poseemos costa oceánica, zonas de riesgo sísmico, sobre todo en la zona del mar de Alborán y del golfo de Cádiz, y áreas de riesgo volcánico en las Canarias”, enumera. Además, no solo debemos prestar atención a nuestras fronteras. “Un seísmo en Argelia también podría afectarnos”, asegura, como ya de hecho ocurrió en 2003. En aquel momento, no obstante, las olas no superaron el metro de altitud.