Pienso que no tiene las mismas consecuencias aprender de Séneca, de Cervantes o de Fernando de Rojas, que dejarse llevar por los que influencian cada día gracias al sólo hecho de ser guapos, hijos de o simplemente aprovechados.
Si alguien dice que el rosa tibio es el color que se llevará este invierno, una multitud busca en internet la coloración precisa y dónde puede comprarse esa maravilla que acaba de ser descubierta.
Si una señora que estaba gruesa (seguramente por comer demasiadas torrijas o carnes en salsa de esas que se mojan en pan tierno), de pronto aparece con cintura de avispa es porque ha hecho una dieta precisa que pone a disposición de los demás para ser copiada a cambio de un “me gusta”.
Pocos siguen a los que proclaman los valores de Jesucristo en el evangelio, que se deciden por el blanco para que en él quepan los colores de los demás, en una simbiosis fraterna y comprensiva. Pocos comen el Pan que hace fuertes, y no engorda, de la Eucaristía y en ella descubren la línea que nos mantiene en forma.
De nuevo lo superficial tiene más seguidores que lo profundo.