Retrasar la jubilación aumenta el riesgo de fallecer de forma prematura, sobre todo entre los 60 y 70 años

28 de agosto de 2024
1 minuto de lectura
Una pareja de jubilados paseando por la calle. | Fuente: A. Pérez Meca / Europa Press.

Una investigación concluye que aquellos que empezaron a cotizar después de 1967 tienen más probabilidades de morir antes de solicitar una pensión

Retrasar la edad de jubilación incrementa significativamente el riesgo de una muerte temprana, especialmente entre los 60 y 69 años. Un estudio publicado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) revela que postergar la salida del mercado laboral, particularmente en ocupaciones físicamente exigentes y con altos niveles de estrés emocional y mental, eleva el riesgo de mortalidad en ese rango de edad. Este riesgo, sin embargo, es menor para aquellos trabajadores que tienen acceso a mecanismos de jubilación parcial, permitiéndoles reducir sus horas de trabajo a partir de cierta edad.

El estudio se basa en un experimento natural derivado de la reforma española de 1967, que modificó la edad de jubilación anticipada según la fecha en que los trabajadores comenzaron a cotizar al sistema de Seguridad Social. Aquellos que comenzaron a cotizar antes del 1 de enero de 1967 podían jubilarse voluntariamente a partir de los 60 años, mientras que el resto debía esperar hasta los 65. Los autores del informe analizaron los efectos de esta reforma sobre la mortalidad en edades cercanas a la jubilación.

Los resultados muestran que, aunque la reforma generó ahorros fiscales para la Seguridad Social al reducir la duración de los pagos de pensiones y aumentar las contribuciones laborales, estos ahorros no compensan la pérdida social asociada a la reducción de la esperanza de vida. El estudio estima que el impacto adverso sobre la esperanza de vida supera las ganancias fiscales, sugiriendo que la reforma no es económicamente beneficiosa en términos de bienestar social.

Considerar el bienestar social

En términos monetarios, Fedea calcula que un aumento de 0,46 años en la edad al morir se traduce en una pérdida social de 8.564 euros por individuo, mientras que los beneficios fiscales por el retraso en la jubilación ascienden a 5.213 euros. Esta discrepancia subraya la importancia de considerar el bienestar social en el diseño de políticas de jubilación.

Fedea concluye que es crucial diseñar con cuidado las políticas de jubilación, teniendo en cuenta el grado de exigencia física, emocional y mental de las diferentes ocupaciones. Además, recomienda la introducción de mecanismos flexibles de jubilación anticipada y parcial que permitan a los trabajadores ajustar sus horas de trabajo en la parte final de su carrera laboral, para mitigar los efectos negativos sobre su salud y bienestar.

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