Descubrí con Manoel de Barros que todos los caminos llevan a la ignorancia. Porque no es fácil dar una respuesta sólida a lo que ocurre cada día nada más asomarnos a la ventana de la prensa o del sarcasmo.
En la noche de San Juan, que debe ser una fiesta de lumbres, metafóricamente concebidas para que quemen lo negativo del año y luzca el resplandor de la concordia, acaban muriendo jóvenes degollados, detenidos o ingresados por excesos de alcohol, que vienen a ser desamparos del alma.
Al Presidente de Argentina, que ha sido recibido por los que gobiernan Europa, aquí se le maltrata y, como son especialistas, le echan la culpa al que sólo ha respondido a los agravios. Alguien debe remediar esta locura.
Al Rey, que en su décimo aniversario nos habló de coherencia y de servicio, le dejan solo para que se las arregle en Estonia, Lituania…o, en todo caso, le envían a la ministra del ejército como quien manda un botijo a los habitantes del desierto.
España al revés. Y, sin dar tregua, las fábricas de vaselina.