Hoy: 25 de noviembre de 2024
Varios miles de refugiados palestinos, en su mayoría mujeres y niños, fueron masacrados hace 40 años, durante la Guerra del Líbano de 1982, en los campos de refugiados situados en los barrios de Sabra y Chatila, al Oeste de Beirut.
La matanza de palestinos, desprotegidos por las fuerzas internacionales y abandonados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que garantizaba la seguridad de centenares de civiles, se produjo tras la invasión de Israel en el Líbano y fue perpetrada por milicianos del entonces comandante libanés y aliado de Israel, Cristiano Saud Haddad, bajo la complicidad del Ejército israelí.
“La búsqueda y limpieza de los campos de refugiados será realizada por el ejército falangista”, ordenó el ejército israelí. Asimismo un falangista le comentó a un oficial de Israel lo siguiente: “La cuestión que nos estamos planteando es ¿cómo empezar? ¿violando o matando?”. Quizá ambas.
Mujeres semi desnudas que habrían sido violadas antes de ser asesinadas, niños abrazados entre sí, recién nacidos que probablemente fueron degollados, una veintena de hombres jóvenes fusilados y animales propiedad de las víctimas (caballos, gallinas o corderos), yacían muertos y en un avanzado estado de descomposición.
A esta multitud de cadáveres, que el ejército israelí enterró en una fosa común, se sumaron los cuerpos sin vida que se encontraron en el campamento de refugiados del barrio de Sabra (Beirut); además de los restos mortales de tres médicos palestinos y una enfermera de diecinueve años, todos ellos asesinados en el hospital Saint Jean d’Acre, en la capital del Líbano.
La conocida como masacre de Sabra y Chatila, perpetrada por el ejército falangista de Saud Haddad, se cobró la vida de un centenar o incluso un millar de refugiados palestinos que se encontraban en los campos de refugiados de dichos barrios de Beirut durante la Guerra del Líbano de 1982.
Según una comisión interna israelí, la Comisión Kahan, las Fuerzas de Defensa de Israel apostadas en el Líbano fueron indirectamente responsables de los hechos por no evitar las matanzas incluso teniendo conocimiento de las mismas. En 1983, una comisión encabezada por Sean MacBride, asistente del secretario general de la ONU y a la sazón presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, dictaminó que Israel, “como la potencia ocupante de los campamentos, era responsable de la violencia acaecida en ellos”.