Pedrouve: “La familia y los maestros han perdido protagonismo en la educación de sus hijos porque ha ganado la indisciplina”

21 de diciembre de 2023
5 minutos de lectura
Pedrouve, con su libro 'René en su laberinto' | Fuente: FI.

El sacerdote presenta hoy su libro René en su laberinto en el Mirador del Carmen de Estepona a las 19:00 horas

El sacerdote Pedrouve presenta hoy su nuevo libro, René en su laberinto, una obra que refleja una época de miseria en España, donde los niños se conformaban con cualquier cosa para salir adelante. Su protagonista, René, simboliza el asombro y la perplejidad ante una sociedad casi pobre y desamparada. “Un chico que quiere cometer los mínimos errores en su vida a base de preguntar”, describe el autor.

René en su laberinto pretende ser la metáfora de un tiempo inocente en el que los niños se conformaban con cualquier cosa porque no había más que insignificancias prodigiosas”, relata Pedrouve en su libro. René es un joven que se enfrenta a la vida en busca de respuestas. Un joven muy distinto, sin duda, a los de hoy en día. La sociedad ha cambiado, los valores también, y se ha perdido esa disciplina y ese respeto que es fundamental para enfrentar la vida

Pedrouve trata de plasmar con este libro que la vida “es una enseñanza continua” y que no se puede mirar hacia otro lado. Los jóvenes de hoy han perdido el norte y se encuentran aislados, en parte, por culpa de las nuevas tecnologías. “¿Qué podemos esperar de una generación futura que vive aislada, entretenida y cautivada en algo que es artificial?”, se pregunta irónicamente.

Pregunta: ¿Cómo surge la historia de René y su laberinto?

Respuesta: La historia surge por el hecho de que la vida es una interrogación constante. De ahí que aparezca la necesidad de responder a una serie de situaciones en las que se encuentra mucha gente joven hoy en día. Gente joven que vive en un laberinto y que no sabe hacia dónde dirigir la mirada. Y eso depende sobre todo de los maestros y las referencias que se tengan enfrente. 

P: ¿Cómo es René, el protagonista?

R: René es un chico que aparece en Baeza en el año 1900 y que se hace multitud de preguntas. René tiene la suerte de tener una familia que se ajusta a sus pretensiones, tiene un buen maestro y aprende de todo lo que tiene alrededor. Su madre es la churrera del pueblo y él tiene que llevar los churros a las casas. Aprovecha todos esos encuentros para aprender y para descubrir las situaciones que vive cada familia. Todo eso lo lleva a su alma y a su capacidad para sentir e interpretar lo que siente su corazón desde una inquietud permanente.

René es un niño que se asombra de todo lo que ve, y en ese asombro espera tener una respuesta para equivocarse lo menos posible. Lo importante es que todos nos veamos reflejados un poco en él para que tengamos la certeza de que la vida es una enseñanza continua. 

P: ¿Hubo un tiempo inocente que no es el actual?

R: Hay otro enfoque de la vida que va más allá de la inocencia. La época de René no es que sea inocente, sino una época donde lo extraordinario es muy sencillo. Nosotros ahora lo sencillo no podemos verlo si no es extraordinario. La época de René es una época de muchas necesidades y carencias. Hoy también se tienen muchas carencias, lo que pasa es que le damos otro nombre. La pobreza del ser humano sigue siendo un denominador común en todas las épocas. 

P: Las familias han perdido protagonismo en la educación de sus hijos, y los maestros, autoridad. ¿Qué opina de este planteamiento?

R: Estoy de acuerdo. La familia ha perdido protagonismo porque ha ganado a su vez la sociedad y la indisciplina. En mi época sí existía la disciplina. Con esto me refiero a que no se puede conseguir nada si en la vida no hay un ordenamiento intelectual, social, personal y familiar. Yo reclamo a las familias disciplina y una vez que se reclama, que sea posible que se desprendan de ella los valores que se quieren transmitir a los hijos. 

Lo segundo que reclamo es que la sociedad se base en el respeto, la convivencia,  el conocimiento, y en todo lo que es saludable. Lo primero que hacen los adolescentes cuando se suben a un coche es ponerse los cascos o coger el teléfono. Y se aíslan. Hay un aislamiento que no les permite crecer y mucho menos aprender. ¿Qué podemos esperar de una generación futura que vive aislada, entretenida y cautivada en algo que es artificial? 

P: Un tema muy actual es el de eliminar los teléfonos móviles en los colegios y reforzar el control de los contenidos en redes sociales. ¿Qué percepción tiene acerca de esta situación?

R: Como te decía antes, creo que todo se debe basar en la disciplina. No se puede ser radical en nada, hay que ser pedagogo en todo. A los chicos hay que decirles las cosas que les convienen y las que no. No se trata de ser restrictivo, sino de ser educador y ponerles en camino. Creo que cada época y cada edad tiene su compromiso y su respuesta. Antes, los niños paseábamos por la calle, jugábamos a las canicas, hacíamos trastadas. Ahora ya no se juega, ahora los juguetes son los silencios que se manejan en medio de una situación oscurantista. 

P: ¿Cree que René se sorprendería con la sociedad actual?

R: Por supuesto. Lo primero creo que se sorprendería porque para trasladarse abruptamente a otra época se requiere un adoctrinamiento. Se sorprendería de la permisividad que otorgan los padres de hoy a sus hijos, de que el respeto que le debemos a los mayores no se plantee con la necesidad que requiere realmente una tercera edad. También se sorprendería de que hay demasiadas pretensiones, demasiados derechos, pocos deberes y pocos esfuerzos. Le sorprendería una legislación que no siempre procura un bien común, sino los bienes particulares. Le sorprenderían en general las injusticias. 

P: ¿Considera que la sociedad actual carece de valores y principios?

R: Creo que los valores han cambiado de chaqueta. Hay que distinguir los valores devaluados y los valores que son formativos y constructores. El evangelio dice que cuando te vas a dedicar a construir una casa tienes que buscar los mejores materiales y sobre roca firme, porque sino la casa se te cae tarde o temprano. Entonces edificamos la casa de la vida con una serie de valores, de materia prima que no puede ser la primera que nos encontremos en la calle. 

P: En tu libro Ángeles en la ventana, aparece la siguiente frase: “Cada palabra puede ser un movimiento de alas que espante los asombros de sentirnos humanos a destiempo”. ¿Qué trata de expresar con ella?

R: Yo suelo ser positivo en lo que escribo, en lo que pienso y en lo que proyecto. Yo lo que planteo es que si no hay lectura, no hay entendimiento. Cada palabra es como una ventolera de posibilidades. Creo que los ángeles somos todos nosotros en la medida en que sepamos proyectar la buena intención, la búsqueda de que aquello que estamos diciendo refleje lo que el corazón nos va dictando. De las buenas palabras dependen los mejores asombros. La mejor palabra siempre lleva una gota de miel, la peor palabra siempre lleva una gota de veneno. 

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