La vitamina B12, también conocida como cobalamina, desempeña un papel vital en funciones clave del cuerpo humano: ayuda a la formación de glóbulos rojos, protege el sistema nervioso y participa en la síntesis del ADN. Una deficiencia de esta vitamina puede provocar fatiga, debilidad, anemia megaloblástica, hormigueos o pérdida de memoria.
Las necesidades diarias varían según la edad, el estado de salud y la dieta. Aunque su consumo en cantidades adecuadas es seguro, el exceso prolongado puede provocar efectos secundarios leves como erupciones cutáneas o molestias digestivas. Por eso, siempre debe respetarse la dosis recomendada y evitar la automedicación, según una información publicada en El Tiempo.
Aunque no existe una hora fija, muchos expertos sugieren tomarla por la mañana, preferiblemente en ayunas, para mejorar la absorción. En personas con problemas digestivos o mala absorción, puede ser más efectiva en forma sublingual o inyectable. La suplementación en gotas o comprimidos es útil para mantener niveles estables, especialmente en veganos, personas mayores y pacientes con gastritis atrófica.
La vitamina B12 puede interactuar con medicamentos como la metformina, los inhibidores de la bomba de protones o ciertos antibióticos, reduciendo su eficacia. Además, en personas con cáncer, enfermedades hepáticas o insuficiencia renal, es crucial que la suplementación esté supervisada por un profesional.
Ante síntomas como cansancio crónico, mareos, palpitaciones o alteraciones neurológicas, se recomienda un análisis de sangre para evaluar los niveles de B12. En caso de deficiencia, el tratamiento dependerá de la causa y puede requerir suplementación prolongada o ajustes en la dieta.
El complejo B, al que pertenece la B12, funciona mejor cuando se ingiere junto con otras vitaminas del mismo grupo (B1, B2, B3, B5, B6, B7 y B9). Por eso, muchas formulaciones combinan varias vitaminas B para asegurar un efecto sinérgico sobre el metabolismo y la energía celular.