Es el enólogo que al nacer vio un mar de uvas y con el transcurrir del tiempo se inclinó por la calidad de los vinos de guarda prolongada. Es sencillo, se apasiona al explicar los secretos de los manjares que elabora y advierte, para que no queden dudas, que no comulga con el marketing ni con ninguna campaña publicitaria.
En Mendoza, en Luján de Cuyo, cuna de la denominación de origen del Malbec, su bodega no tiene carteles ni señales; se llega de boca en boca, y una vez, que se ingresa, entre cajas guardadas y camiones repletos de uva que vienen de las fincas, están los visitantes. Hay españoles, ingleses, suizos, rusos, italianos y argentinos que rodean al maestro que con una simpleza enseña las propiedades y lo que no hay que hacer con sus vinos, explica como destaparlo y los beneficios del corcho, de las botellas. Solo elabora de 84000 a 87000 botellas por año. “La calidad se antepone a la cantidad”.
Patti se ha dedicado a elaborar pequeños lotes de cabernet sauvignon y malbec premium en un estilo muy personal. A lo largo de las diferentes épocas vividas, Carmelo ha mantenido, ante todo, su inamovible convicción de respeto por el consumidor.
“Lo importante es la cosecha, cuando no hay uva buena no se hace el vino”.
Carmelo elabora sus vinos en forma totalmente natural, con el mínimo agregado de sulfitos. Utiliza mayormente roble francés por su elegancia y finura.
Destroza mitos e intenta desbaratar engaños sobre su forma de vida, su pasión, que es nada más ni nada menos, la elaboración de sus productos. No quiere vender a las personas que llegan apurados. Él necesita que lo escuchen, que prueben y elijan los vinos que se van a llevar.
Desde temprana edad, Carmelo se sumergió en las labores agro-culturales y de vinificación gracias a su padre, un agricultor que elaboraba su propio vino de mesa en su casa. Con este trasfondo arraigado en la tierra y la tradición vinícola, Carmelo comenzó a trabajar en diversas bodegas después de finalizar sus estudios a los 19 años.
Había nacido en Enna, Sicilia, Italia. Tenía un año cuando emigró junto a sus padres Giuseppe Patti y Sebastiana Bontempo, hacia Argentina, apostando, a nuevos comienzos luego de la Segunda Guerra Mundial.
En 1986, a los 36 años, Carmelo emprendió un proyecto pionero: la elaboración de vinos de guarda prolongada. Reconociendo la falta de cultura de guarda de vinos en Argentina y a nivel mundial, Carmelo estaba decidido a cambiar esta perspectiva
En 1989, Carmelo materializó su visión con el lanzamiento de su primer Cabernet Sauvignon bajo su propia marca, produciendo 8 mil botellas. Este hito marcó el inicio de una conexión perdurable con la región de Perdriel, en el corazón de Luján de Cuyo, Mendoza, donde Carmelo adquirió sus primeras uvas.
En 1990, elaboró su primer Malbec, y dos años más tarde, creó su propio blend, que lo llamó “Gran Assemblage”. Posteriormente, en 2013, elaboró por primera vez Cabernet Franc.
La trayectoria de Carmelo Patti se inició en la estancia Perdriel, y sus vinos siguen siendo elaborados con uvas de Perdriel (Luján de Cuyo), una región reconocida por la calidad de sus viñedos la cual se refleja en la riqueza y complejidad de sus vinos, creando una experiencia única para aquellos que aprecian la excelencia.
En 1998, adquirió su propia bodega, optimizada para la elaboración de sus vinos. Carmelo mantiene su filosofía de respetar la guarda justa del vino para ofrecerlo en su punto óptimo de consumo.
Patti es maestro de enólogos, aprendió su oficio ayudando a su padre cuando era todavía un adolescente y trabajó en diferentes bodegas durante la década del setenta, hasta que en 1982 recibió una invitación de Ernesto Pérez Cuesta para que se hiciera cargo de la elaboración de sus vinos.
Algún tiempo después, llegó a Lagarde de la mano de Ricardo González y empezó a planificar lo que sería su máximo anhelo: sus primeros lotes de Cabernet Sauvignon y Malbec. Sus manos ayudaron a plantar los barbechos y estacas en la finca de un amigo (en Perdriel), desde donde actualmente llega su materia prima y comienza la magia.