La revisión pone en duda la creencia generalizada sobre la potencia de estas sustancias en el alivio del dolor causado por el cáncer
Una investigación realizada por la Universidad de Sídney ha examinado críticamente la eficacia de los opioides en el tratamiento del dolor oncológico. Los resultados revelan “lagunas” en las pruebas que respaldan la noción común de que los opioides son los analgésicos más potentes. El estudio insta a profesionales de la salud y pacientes a evaluar cuidadosamente las pruebas al decidir un plan de tratamiento del dolor. Los hallazgos se detallan en CA: A Cancer Journal for Clinicians.
El estudio destaca la falta de un enfoque terapéutico único para el dolor oncológico. Se subraya la importancia de que profesionales sanitarios y pacientes ponderen las pruebas al seleccionar un plan de tratamiento adecuado. Este llamado a la reflexión desafía la idea convencional de los opioides como la opción más potente.
Opioides frente a placebo
Aunque los opioides, como la morfina, son comúnmente recetados para el dolor oncológico, el estudio revela que pocos ensayos comparativos con placebo respaldan esta práctica. La falta de pruebas sólidas sobre la superioridad de la morfina plantea preguntas sobre su estatus como “tratamiento de referencia”. Además, se destaca que los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) pueden ser tan efectivos como algunos opioides para el dolor oncológico.
La investigación sugiere que los AINE, como la aspirina y el diclofenaco, podrían ser igualmente eficaces para ciertos tipos de dolor oncológico. La profesora Jane Ballantyne, coautora del estudio, enfatiza que los AINE pueden evitar problemas de dependencia y reducción de la analgesia opiácea con el tiempo, al ofrecer una alternativa valiosa.
Consideraciones para el futuro del tratamiento del dolor oncológico
El estudio, que revisó más de 150 ensayos clínicos, destaca la necesidad de investigaciones adicionales. Y señala que medicamentos considerados más débiles y alternativas no opiáceas pueden ser tan efectivos como los opioides potentes, con menos efectos secundarios. Además, plantea la posibilidad de interacciones negativas entre opioides y tratamientos contra el cáncer, y subraya la importancia de explorar intervenciones no farmacológicas para el tratamiento del dolor oncológico.