El equipo de Baraja se da un festín ante el Betis y regala una alegría a los valencianos en su retorno como local
Decía Arrigo Sacchi que el fútbol “es la cosa más importante entre las cosas menos importantes”. Hoy volvía el equipo a Mestalla, pero la afición todavía tenía en la memoria el desastre de hace escasas semanas. En un ambiente impregnado de una emoción profunda y un dolor colectivo, el campo se unió para dar un sentido homenaje a las víctimas de la DANA. Primero, con un minuto de silencio que cargado de sentimiento; Después, con una victoria con un sabor especial que los valencianistas no olvidarán jamás.
Los jugadores del Valencia salieron al campo vestidos de negro como símbolo de respeto y luto. El conjunto ché se plantó en el partido con una determinación especial desde el minuto uno, como si cada movimiento en el césped fuera una especie de tributo. Era el primer partido en casa después de semanas sin fútbol, y la afición lo vivía intensamente, como una manera de recomponer el ánimo tras la tragedia.
El partido comenzó con un ritmo cauteloso, como si tanto el Valencia como el Betis sintieran el peso de lo acontecido. Pero al poco tiempo, la emoción se desbordó cuando César Tárrega, nacido en Aldaia y afectado por la riada, anotó el primer gol. No fue un gol espectacular, más bien fruto de rebotes y desajustes en el área, pero no era momento de pedir filigranas. Tárrega lo celebró con una intensidad que conectó a todos los presentes en el estadio. Era un gol que representaba ,mucho más que un 1-0; era una muestra de la resiliencia valenciana y un homenaje a su pueblo.
Sin embargo, el fútbol, con su imprevisibilidad, siempre guarda giros inesperados. Apenas unos minutos después, un cabezazo de Hugo Duro terminó dentro de su propia portería, igualando el marcador y devolviendola tensión a la grada.
La afición del Valencia, acostumbrada a emociones fuertes, sintió de nuevo esa mezcla de ansiedad e incertidumbre, una sensación que llevaba acompañando a la grada desde el comienzo de la temporada. Mamardashvili volvió a vestirse de héroe y salvó al equipo al detener un mano a mano con Víctor Roque y,aunque el Betis apretó, el empate se mantuvo, como un preludio de que lo mejor estaba por venir.
Un sentimiento arrollador en la segunda parte
El descanso dio paso a una segunda mitad tan frenética como memorable. Apenas se había reanudado el partido cuando el Valencia sorprendió con una ofensiva contundente. En cuestión de minutos, Hugo Duro se redimió y no solo anotó una vez, sino dos, una volea certera y una vaselina que dejó al Betis sin reacción. La afición, que había llegado con el corazón en un puño, explotó en júbilo. El estadio fue un volcán de emociones, y durante esos seis minutos, la grada y el equipo se fundieron en un solo espíritu.
El Valencia siguió empujando y encontró el tercer gol en los pies de Diego López, quien apareció en el área para cerrar una jugada con una potente volea. Mestalla era pura fiesta, la grada estaba desbordada de alegría, y el 4-1 parecía el golpe definitivo.
Final de elogio
Sin embargo, el Betis aún no se daba por vencido. Pellegrini movió el banquillo, introduciendo a Lo Celso, Bakambu y Chimy Ávila en un intento por dar un giro al partido. Fue precisamente Lo Celso quien, mostrando que la lesión no había mermado su calidad, dio un último susto a la afición valencianista. Tras una jugada magistral, envió un disparo raso desde la frontal que acabó en gol. El 4-2 ponía al Betis nuevamente en la pelea, pero el Valencia no estaba dispuesto a dejar escapar la victoria.
Los minutos finales fueron de tensión máxima, con el Valencia cerrándose en defensa, replegado con cinco hombres en el fondo, y resistiendo el empuje del rival. La grada contenía la respiración, apoyando cada despeje y cada bloqueo. Cuando el árbitro señaló el final, el alivio y la alegría fueron palpables. El Valencia había ganado algo más que tres puntos; había encontrado un destello de alegría tras unos días oscuros, devolviendo a la afición la fe en el equipo y regalando a toda Valencia una razón para sonreír.