La guerra en Ucrania cumple mil días y mil noches. Miles de muertos, millones de personas heridas en el alma que han perdido la oportunidad de la rutina, de pasear a los nietos, de encabronarse con los jefes, de no llegar a final de mes, de soñar con vacaciones o tener pesadillas con la hipoteca.
Rusia ha robado la vida día a día a inocentes que no querían guerra, que no sabían que de un día para otro estarían bajo las bombas que revientan la esperanza y mutilan niños, mujeres y ancianos. Se acerca un nuevo invierno de lluvia, nieve y barro, de frío helado bajo el miedo y la soledad que abraza a quien ya lo ha perdido todo.
Es la guerra. La crueldad, la barbarie en la que todo vale y donde habita la indignidad. Es la guerra en manos de un loco que monta descamisado a caballo en una fiesta de barbacoa a la que ha invitado a iluminados con delirios de grandeza. El último psicópata acaba de incorporarse a la fiesta en la que estaban ya el de Corea del Norte y el de la China de Pekín. Han enviado mercenarios y soldados dispuestos a morir por nada, pero morir matando y arrasando. ¡Qué miedo da que gobiernen el mundo los que desprecian la vida y los valores!
Europa tiene la guerra a un paso de su casa aunque desde hace un tiempo parece haberlo olvidado porque las urgencias desviaron la mirada hacia la Franja de Gaza, donde israelíes y palestinos libran su particular carnicería que cada día los distancia más y más y los alimenta de odio.
Mil días de dolor y lágrimas. Es la asquerosa guerra movida por el poder de la economía y los intereses bastardos que aplican la lógica de destruir para reconstruir, para hacerse más grandes apropiándose de los jardines del vecino. Razones históricas, dicen, para justificar sus acciones, como si el horror y la sinrazón tuviera motivos.
Este martes, el presidente de Rusia ha dado luz verde para el uso de armas nucleares para ‘defenderse’ y, de camino, devastar y aniquilar fuera y dentro de Ucrania. Al ‘Putín ruso’ no le temblará el pulso para apretar el botón de la muerte. ¡Qué locura, por Dios!
Han pasado 1.000 días de destrucción generalizada desde que la Federación Rusa lanzó su invasión a gran escala de Ucrania, en una flagrante violación de la Carta de Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Papel mojado. Mil días de muerte generalizada, destrucción y desesperación que continúan sin cesar para millones de ucranianos. Las cifras hablan de más de 12.100 civiles muertos, incluidos 600 niños, mientras que 26.800 han resultado heridos, pero es probable que la cifra real de muertos y heridos sea mucho mayor.
Y cada día el goteo de víctimas sigue con la indecencia de quien bombardea hospitales, escuelas, supermercados, residencias, edificios… Cuanto más daño mejor y lo peor es que este infierno no parece tener fin y, de tenerlo, será por la imposición del pelopanocha Donald Trump a Ucrania de aceptar las condiciones rusas sin rechistar. Los analistas se temen que el final del conflicto vaya por ahí y de ser así se cerrará en falso porque el sufrimiento no se olvida y a los sanguinarios no se les perdona.