Hoy: 22 de noviembre de 2024
Un estudio dirigido por investigadores de la Universidad McGill (Canadá), ha señalado recientemente que las toxinas ambientales pueden provocar posibles complicaciones reproductivas y de salud en los seres humanos, ahora y para las generaciones futuras. Y es que, los padres que se hayan expuesto a toxinas ambientales, en particular el DDT, pueden producir esperma que conlleve consecuencias de salud para sus hijos.
El proyecto de investigación de una década de duración examinó el impacto del DDT en el epigenoma del esperma de los hombres vhavenda sudafricanos y los inuit groenlandeses, algunos de los cuales viven en el norte de Canadá.
La revista Environmental Health Perspectives publicó el estudio, en el que se demuestra un vínculo entre la exposición prolongada al DDT y cambios en el epigenoma del esperma. Estos cambios, particularmente en genes vitales para la fertilidad, el desarrollo embrionario, el neurodesarrollo y la regulación hormonal, corresponden a mayores tasas de defectos congénitos y enfermedades, incluidos trastornos metabólicos y del neurodesarrollo.
“Identificamos regiones del epigenoma del esperma que están asociadas con los niveles séricos de DDE (sustancias químicas que se forman cuando el DDT se descompone) y esta asociación sigue una tendencia dosis-respuesta. Creo que es bastante sorprendente, ya que cuanto más DDE estás expuesto, mayor es la cromatina o los defectos de metilación del ADN en el esperma”, explica Ariane Lismer, autora principal del estudio.
“Demostramos que la respuesta del epigenoma del esperma a la exposición a toxinas puede estar relacionada con enfermedades en la próxima generación”, afirma por su parte Sarah Kimmins, quien dirigió la investigación como profesora de Farmacología y Terapéutica en McGill y ahora también es profesora en el Departamento de Patología y Biología Celular en la Universidad de Montreal.
“Este es un nuevo paso crítico para el campo porque, si bien hay muchos estudios en animales que demuestran los efectos de las toxinas en el epigenoma del esperma, los estudios en humanos no lo han demostrado de manera exhaustiva”, agrega.
Aunque existe una prohibición mundial del DDT para proteger a los humanos y al medio ambiente de sus efectos, el gobierno sudafricano posee un permiso especial, que le permite usarlo como insecticida para controlar la malaria. De hecho en muchas zonas, el interior de las casas está cubierto de toxina. Es por esta razón, que los hallazgos obtenidos del estudio recalcan la urgencia de encontrar formas distintas de controlar la malaria y otras enfermedades transmitidas por vectores.
“La realidad es que la gente, especialmente los niños pequeños y las mujeres embarazadas, todavía mueren de malaria. No podemos darnos el lujo de que las personas en regiones endémicas de malaria rechacen la fumigación de sus casas, ya que aumentará su riesgo de contraer malaria”, confirma el decano de la Facultad de Ciencias de la Salud y Profesor de Salud Ambiental en la Escuela de Sistemas de Salud y Salud Pública de la Universidad de Pretoria, Tiaan de Jager.
Además, el número de personas y animales expuestos al DDT está aumentando a consecuencia del incipiente cambio climático. El DDT puede viajar grandes distancias a través de lo que se conoce como “efecto saltamontes”, evaporándose con el aire cálido y regresando a la Tierra con lluvia y nieve en regiones más frías, donde persiste en la cadena alimentaria del Ártico.
Las conclusiones extraídas del estudio también destacan la importancia de considerar a los padres en las discusiones sobre la salud y el desarrollo infantil. Si bien se entiende comúnmente que las mujeres deben evitar la exposición a contaminantes ambientales durante el embarazo, se ha prestado menos atención a cómo las toxinas afectan a los padres.
“Tendemos a pensar que todo lo que los padres tienen que hacer es fertilizar. Pero, de hecho, olvidamos que la mitad de ese genoma y epigenoma proviene de los padres y la otra mitad proviene de las madres.
Lo que hace ese epigenoma en el desarrollo embrionario es fundamental para el desarrollo normal”, dice la exprofesora de Ciencias Animales en la Université Laval y ahora directora científica del Fonds de Recherche du Québec en Nature et Technologies (FRQNT), coautora del estudio, Janice Bailey.
Y es que aunque es estudio se centra en la exposición al DDT, los investigadores dicen que no es un salto sugerir que la exposición a disruptores endocrinos domésticos más comunes, como los que se encuentran en los cosméticos y artículos de cuidado personal, puedan actuar de manera similar.