JOSE MARÍA COTARELO ASTURIAS
Taramundi, ese rincón idílico en el occidente de Asturias, vuelve a estar en el centro de todas las miradas. Su nominación como Pueblo Ejemplar confirma lo que muchos ya sabíamos, a pesar de que en la década de los 80 cuando fue su despegar y algunos habíamos terminado el servicio militar y regresábamos al terruño, emigrantes de nosotros mismos, a ninguno, ni en los mejores augurios, se nos hubiera ocurrido pensar que apenas cuarenta años después, Taramundi sería nominado (que ya es un premio) Pueblo Ejemplar de Asturias. Un galardón, cuanto menos merecido. Fue entonces cuando ante el declive de la actividad agrícola y ganadera, sus habitantes, con una visión audaz y un espíritu emprendedor, comenzaron a transformar las antiguas casonas en alojamientos con encanto. Taramundi, es la historia de cómo un pueblo supo reinventarse, abrazar su esencia y proyectarse al mundo. Este breve rincón del mundo no esperó a que el turista llegara; sino que salió a buscarlo, ofreciéndole un pedazo de su alma. Esa iniciativa temprana, esa capacidad de ver más allá de lo evidente, lo convirtió en un faro para otras muchas localidades que, con el tiempo, siguieron sus pasos.
En aquellos años Taramundi era un pueblo perdido y no encontrado, del que muchos de los propios asturianos ni habían oído hablar, salvo por sus famosas navajas y cuchillos y difícilmente lo hubieran sabido ubicar en el mapa de la región. Nuestro aislamiento secular nos confirió un carácter propio y privilegiado y un paisaje y unas costumbres arraigadas y peculiares que hacen de este rincón del paraíso una joya paisajística y artesanal de primer orden. A este engrandecimiento contribuyeron muchos de los que se han ido como el panadero César Calvin, o Paulino, o algunos de los actuales los hosteleros como Consuelo de Salas y sus hijas en Hotel Restaurante Taramundi, Marcos en casa Paulino, Mari Carmen y Luis, en los Teixois, Rosa en “As Veigas”, Felicitas y Paco en “Casa Petronila”, Avelino y Pepín con la sidrería, los Arándanos y algo más atrás, Manuela y sus fabadas, Beatriz y Virgilio y unos cuantos más, como Horacio García, que aún sigue, como el que hizo la casa del museo de los Esquios, “tan campante”. La labor de Horacio ha sido fundamental para el desarrollo de la comarca. Él lideró varias iniciativas y dirigió por unos años DITASA (Desarrollo Integral de Taramundi) y puso en marcha varios negocios que siguen funcionando hoy en día. Su visión de futuro consiguió “contagiar” el ánimo de muchos y creo que es justo reconocer, una vez más, el mérito que sin duda tuvo su labor en pro del turismo y de Taramundi. Otros continúan en la forja, otros en el mostrador o en las trastiendas (El corte inglés y Galerías Preciados llaman a Casa de Vicente y a Casa Ignacio, porque tienen de todo) y los menos en el arado o el ganado. Un grupo de intrépidos soñadores, apostó en aquellos años por este Taramundi, por ver renacer, como el Ave Fénix el pueblo de sus infancias, resurgido de las cenizas de las fraguas, o de los hornos de leña. Ya en 1945 Leonardo Cotarelo desde Cuba lanzó un “Plan para el engrandecimiento de Taramundi” y lo hizo con un manifiesto dado el 1 de enero de 1945 en La Habana y que comenzaba con un “Taramundi, ¡Despierta!”, reclamando que volviera a la grandeza de otros tiempos. En él se desarrollaban 20 puntos, entre los que creyó conveniente, ya en su punto 2, la “mucha afluencia de forasteros”, ferias de ganado, arreglo de calles, la traía del agua, la construcción de la torre campanario con un reloj de 4 esferas, un nuevo cementerio, una plaza de abastos con dos plantas, pintar las casas de blanco para que se pudiera llamar: “la villa blanca de Taramundi”, crear una granja agrícola y escuela de labradores, con el objetivo de hacer experimentos de siembras, una carretera que llegara a Puentenuevo “para atraer el comercio a Taramundi” entre otras cosas, y terminaba con: “ Se sueña que en no lejano tiempo vamos a tener una villa portentosa, con miras a ocupar un lugar prominente en el concierto de las grandes villas de Asturias. Todo por un Taramundi mejor”. No le faltaban razones a D. Leonardo. El importante grupo de taramundeses habaneros, apoyó este proyecto para que fuera, como hoy, un pueblo ejemplar.
No fueron pocos los que vieron como locura que la rectoral, antigua casa del cura y hoy referente nacional de hostelería, sabiamente dirigido por Jesús Manuel Mier, se convirtiera en un lujoso hotel, hasta el que al principio peregrinaban los parroquianos y nuevos feligreses, asombrados de verse multiplicados en los espejos y por ver como la residencia del cura se vestía de gala y de reclamo para propios y extraños. Ni los más viejos del lugar, ni los que éramos más jóvenes hubiésemos dado un duro (la moneda de entonces) por todo aquello. La apuesta decidida de Lalo Lastra, alcalde en aquellos días, algunos de los ya nombrados y la labor que está realizando el actual regidor, Cesar Villabrille y su equipo municipal, nos ha llevado a estos tiempos.
Sus museos son el testimonio vivo de una forma de vida que se resiste a desaparecer. El Conjunto Etnográfico de Os Teixois, o el Museo de los Molinos del Mazonovo, uno de los más grandes de Europa, donde molinos, mazos, fraguas y batanes funcionan con la fuerza del agua, mostrando la ingeniosidad de antaño o el de los Esquios, por ejemplo, son una ventana al pasado. No es un mero escaparate, sino una experiencia inmersiva que nos transporta a una Asturias que ya casi no existe. De igual forma, el Museo de la Cuchillería que cuenta ahora con una finca etnobotánica y que regenta el maestro Juan Carlos Quintana, innovador, visionario, promotor, rinde homenaje a una de sus tradiciones más arraigadas: la elaboración artesanal de navajas y cuchillos, un arte que ha pasado de generación en generación y que hoy sigue siendo un pilar fundamental de su identidad. En Ouria se ha restaurado un horno de cal y es otra de las parroquias de Taramundi. En Bres, está la casa del Agua y en Aguillón el conjunto de turismo rural “Taramundi verde” y un antiguo palomar de los pocos y curiosos que quedan por la zona y que reclama atención y restauración. Otros pueblos se sumaron a este avance con la reconstrucción de casas antiguas en modernos apartamentos, respetando su esencia como en Vega de Zarza, Les, (donde también hay una importante granja de gallinas) Lourido, etc.
Y si de identidad hablamos, las rutas que serpentean por su geografía son la mejor manera de sumergirse en ella. La Ruta del Agua que llega hasta la Salgueira, es quizás la más conocida, un sendero que nos lleva a través de bosques frondosos, cascadas, donde el murmullo del agua se convierte en la banda sonora de la aventura. Pero hay muchas otras, como la Ruta de los Ferreiros, que nos conecta con la historia de la forja y la artesanía del hierro tan importante en esta zona. Cada paso en Taramundi es un descubrimiento, una invitación a explorar, a sentir y a conectar con la esencia de lo rural.
Pero, ¿qué otras cosas hacen de Taramundi un digno merecedor de la distinción de Pueblo Ejemplar? Sin duda, sus gentes y su compromiso con la sostenibilidad. Años antes de que este concepto se convirtiera en una palabra de moda, Taramundi ya la practicaba. Su turismo se ha desarrollado de manera armónica con el entorno, respetando la naturaleza y las tradiciones locales. La calidad de sus productos, la autenticidad de sus paisanos y la belleza de sus paisajes intactos con montañas y bosques frondosos, la arquitectura y conservación de las viejas casas, son el resultado de un desarrollo turístico consciente y responsable.
Además, la gastronomía local es un pilar fundamental de la experiencia Taramundi. Desde el pan de escanda hasta la miel, pasando por el queso de cabra o la ternera asturiana, cada bocado es un viaje de sabores auténticos. Sus restaurantes, incluyendo la sidrería de “El solleiro”, las Veigas y los Teixois, ofrecen una cocina tradicional elaborada con productos de proximidad, que complementa a la perfección la oferta turística.
En resumen, la nominación de Taramundi como Pueblo Ejemplar de Asturias es un reconocimiento más que merecido. Es el tributo a un pueblo que no solo fue pionero, sino que supo mantenerse a la vanguardia, evolucionando sin perder su esencia. Taramundi es un ejemplo de cómo el ingenio, la perseverancia y el amor por lo propio pueden transformar un destino y convertirlo en un modelo de desarrollo rural sostenible. Es, sin duda, un espejo en el que otras muchas localidades serenamente, se miran y así lo recoge el gran poeta local Alberto Calvín Corredoira, “Puchas”, cuando dice: “Aunque es un pueblo pequeño/ todos conocen su fama, / pues Taramundi es ejemplo/ para otros pueblos de España”. No se puede definir mejor. Sobran las palabras.