Por boca del justamente galardonado Rafael Cadenas, Einstein nos recuerda que los nacionalismos son un sarampión para los pueblos. Del sarampión todos conocemos sus síntomas: manchas diminutas y rojizas, como picaduras de pulga que nacieran en antiguos colchones de lana. Y como aún no se encontró
Feijóo no puede seguir con la política del optimismo de la voluntad, no puede continuar fantaseando con una utopía. En este contexto político, no hay lugar para el mítico “ya se solucionará”