Cada verano, entre el 17 de julio y el 24 de agosto, observamos las Perseidas, un espectáculo astronómico que alcanza su punto álgido en las noches del 11 al 13 de agosto. Aunque popularmente se conocen como una ‘lluvia de estrellas’ o las ‘Lágrimas de San Lorenzo’, en realidad se trata de partículas de polvo que la Tierra encuentra en su órbita, restos dejados por el cometa 109P/Swift-Tuttle.
Estas partículas, al entrar en la atmósfera a unos 100 km de altura, se queman por fricción y brillan brevemente en el cielo nocturno. Carl Sagan las describía como “copos que caen” en su serie Cosmos. Este fenómeno fue observado desde la antigüedad, según recoge 20minutos.
Ya en el año 36 d.C., los anales chinos registraron un pico de meteoros en agosto. El nombre de Perseidas proviene de la constelación de Perseo, aunque el radiante exacto se sitúa entre Casiopea y Camelopardalis.
El cometa 109P/Swift-Tuttle fue descubierto en 1862 por dos astrónomos, Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle, con apenas tres días de diferencia. Sin embargo, fue Giovanni Schiaparelli quien, en 1865, estableció la relación entre este cometa y la lluvia de meteoros.
El Swift-Tuttle volvió a ser visible a simple vista en 1992, gracias al astrónomo japonés Tsuruhiko Kiuchi. Se espera que su próximo paso cercano a la Tierra ocurra en 2126. En el pasado, se han documentado observaciones del cometa en los años 322 a.C., 69 a.C. y 188, cuando alcanzó una magnitud aparente de 0,1. En 1862, brilló tanto como la Estrella Polar.
Swift-Tuttle es un cometa tipo Halley, con un período orbital de 133 años. Su órbita es altamente elíptica y mantiene una resonancia 1:11 con la de Júpiter: por cada 11 órbitas del planeta gigante, el cometa completa una. Tiene un diámetro medio de 26 km, más del doble del asteroide que se cree provocó la extinción de los dinosaurios. Además, viaja a una velocidad relativa de 60 km/s.
Es el objeto celeste más grande que cruza repetidamente cerca de la Tierra, lo que lo convierte, según algunos científicos, en el más peligroso conocido por la humanidad.
En 1992, tras su redescubrimiento, un desfase de 17 días respecto a las predicciones orbitales generó preocupación. Algunos cálculos indicaban que, si en su paso de 2126 ocurría un desfase similar, podría impactar con la Tierra el 14 de agosto de ese año. Ese impacto, con su masa y velocidad, liberaría una energía 27 veces mayor que la del asteroide del Cretácico-Paleógeno, asociado a la extinción del 75% de las especies animales hace 66 millones de años.
Sin embargo, estudios más recientes y precisos han descartado este escenario. Según cálculos publicados en New Scientist, la órbita del cometa es lo suficientemente estable como para no representar una amenaza en los próximos dos mil años.
Se espera que Swift-Tuttle pase a 22,9 millones de km de la Tierra el 5 de agosto de 2126 y a 22 millones de km el 24 de agosto de 2261. Su acercamiento más próximo se prevé hacia el 15 de septiembre del año 4479.
Aunque su historia, tamaño y trayectoria le han dado fama de peligroso, el cometa Swift-Tuttle sigue siendo, por ahora, solo el origen de uno de los espectáculos más bellos del verano. Las Perseidas nos recuerdan cada año que, incluso los fenómenos más asombrosos, tienen su origen en gigantes silenciosos que cruzan nuestro cielo a millones de kilómetros.